La era del pensamiento sardina

ESPEJISMOS ·

Domingo, 2 de enero 2022, 08:20

Alguien lo contaba con mucha gracia: el día del lanzamiento de 'No mires arriba' –el último pelotazo de Netflix– le pilló de viaje, de Madrid ... a Logroño. Iba leyendo lo que se comentaba por Twitter: nada más pasar Guadalajara, estábamos ante una de las cumbres del séptimo arte. A la altura de la Sierra de la Cebollera, la peli ya era un mojón sobrevaloradísimo y un engañabobos sin fuste.

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Os suena, ¿no? Un trending topic (y sin el trending, también) es una marea de opiniones, a la que le suele seguir una contramarea. La sensación es la de no ser del todo un individuo pensante, sino una sardinilla más del banco a favor, o del banco en contra. Las redes sociales son un espacio hipercuantitativo. Todo –absolutamente todo– se mide al milímetro desde el momento en que inicias sesión, y no solo el número de megustas o favs, sino el tiempo que tardas en desplazar el dedo o el ojo, la cantidad de reacciones que suscita en ti determinado contenido, o la intensidad de las emociones. Para cuando una publicación llega ante tu atiborrada mirada, ya el algoritmo ha ejercido su complejo proceso editorial con el objetivo de que reacciones, que permanezcas en línea un rato más. Nadando en el banco.

Abundan los pensadores que, como Amador Fernández-Savater, andan investigando este frenesí opinador y sus efectos sobre nuestras sociedades. La reactividad –dicen– es el signo de los tiempos, hay que entrar al nuevo trapo de cada día so pena de caer, perder seguidores, likes, corazoncitos, dejar de influenciar (generar, a nuestra vez, reacciones), desaparecer. El debate público contemporáneo es masivo. Cualquiera puede participar y someterse a la cuantificación. Pero se admiten pocos grises: o a favor o en contra. Como las sardinas. Solo que hasta el banco de pececillos más compacto puede verse afectado por un trending topic, y partirse en dos.

En 'El pensamiento secuestrado' (en español en Icaria, 2007), uno de los libros que más miedo me han dado en mi vida, Susan George documenta la hercúlea operación de guerra cultural con la que el neoliberalismo conquistó el sentido común del pueblo norteamericano desde los años 60 del pasado siglo. Think tanks bien financiados, visión a medio y largo plazo, control de medios de comunicación y tejido continuo de alianzas (y mucho, mucho juego sucio, claro) son a vuelapluma los ingredientes del éxito arrollador del pensamiento conservador en un país donde millones de personas sin acceso a sanidad votan a favor de bajar los impuestos. Me viene mucho este libro a la cabeza últimamente, sobre todo la parte en que te enteras de cómo gestionaban las diferencias internas, por ejemplo, o cómo llegaban a pactos con todo tipo de agentes sociales. Me llevo una mano a la cartera por si acaso, claro, pero eso no me impide quitarme el sombrero con la otra.

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Pero no solo las derechas son capaces de ganar el relato, imponer la agenda, ampliarse y tejer alianzas. La historia que va desde el proceso constituyente chileno hasta la victoria de hace unas semanas de Gabriel Boric es la de un éxito sin paliativos a base de audacia, inteligencia y talento político. Afortunadamente no sabremos qué habría significado para Latinoamérica un presidente de ultraderecha pinochetista como Kast al frente de una de sus democracias más potentes. Si traigo esto a colación es porque también en este caso Boric era Allende al pasar por Guadalajara y un Lenín Moreno de tres al cuarto a la altura de la Sierra de la Cebollera.

¿Es Boric el nuevo Allende, o nada más que un guapo electoral a punto de decepcionar las expectativas progresistas de su electorado? ¿Y qué piensas de 'El juego del calamar'? ¿Es 'No mires arriba'' una farsa de consumo o una alegoría movilizadora contra el cambio climático? Yolanda Díaz, ¿pasionaria o fashionaria? ¿Eres más de Lys o de Anairis? ¿Izquierda frenteobrero o posmoderna? ¿Política material o guerritas culturales? ¡No dejes pasar esta oportunidad de mojarte (y pelearte en línea con tus amigos)! Ay, mira, Twitter, déjame en paz.

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Sí, he abandonado mis redes sociales. No solo por esas disyuntivas falsas y malintencionadas con que perdía el tiempo todos los días. Por la sensación de ver alejarse las orillas. Por la incapacidad de tejer alianzas entre tanta toxicidad. Por la inmediatez y estrechez de miras del debate, siempre a cortísimo plazo entre un hashtag y el siguiente. Por reconocerme formando parte aun a mi pesar de esos mecanismos. Nadando en el banco del pensamiento sardina. Tengo la vista cansada, como –dicen– esos tripulantes de submarino o esos reclusos que han pasado demasiado tiempo sin poder mirar a lo lejos. Necesito leer y pensar las cosas de otra forma, con más recorrido, poder sedimentar y construir sobre lo razonado, y entonces, tal vez, como dice Amador, no reaccionar, ni responder, ni contradecir. Interrumpir. He ahí mi deseo, para estos años nuevos.

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