El paquetico de macarrones
ESPEJISMOS ·
¿De qué hablamos cuando hablamos de pobreza y exclusión social? Pues es que parece que depende¡Buen domingo, mi gente! Hoy hay algo especial en el aire, aparte de las partículas PM10. ¿Lo notáis? Sí. El ambiente se ha puesto ... prenavideño. Ya el viernes tuvimos el 'Black Friday' ese, con su avalancha de estafitas de baja intensidad; el debate sobre la iluminación de las fiestas ya enciende las redes, avivado por partidos sin mucho mejor que hacer; y los turrones Hacendado empiezan a engrosar nuestros sufridos michelines –y lo que te rondaré–. Pero si hay algo que define esta extraña época del año entre el fin de mes de noviembre y el principio de diciembre es esto: las recogidas solidarias de alimentos. No falla. Cada vez que alguien (normalmente una empresa a la que le vendrían bien unas cuantas luces navideñas extra) organiza una recogida de alimentos, dios mata el gatito de una trabajadora social, colectivo este que verdaderamente no gana para gatitos. El asistencialismo, esa teoría (y sobre todo esa práctica) que creíamos superada rebrota en Pascua para bien de nuestras conciencias, y para mal de todo lo demás. Salen los paqueticos de macarrones en dirección a los bancos de alimentos, y ya hemos solucionado la pobreza y la exclusión social para otros once meses.
Pero, ¿y de qué hablamos cuando hablamos de pobreza y exclusión social? Pues es que parece que depende. De la época del año, de la moda del momento, de si hace frío o calor, de la edad del pobre, de su (ay) nacionalidad o religión, del concepto del gasto o del número de ayer de los ciegos. Vamos por partes, como dijo Jack el Destripador, que es más fácil, y a cada parte le ponemos un adjetivo. Así, tenemos la pobreza infantil, la pobreza energética, la pobreza dental o visual, la femenina, la habitacional, la educativa y hasta la medioambiental. La navideña, que es la de los paqueticos de macarrones, y la de la puerta de la iglesia, que es la de 50 cent. La moneda, no el rapero. La laboral –disparada por la pandemia–, que por lo que sea afecta a 3,2 millones de trabajadores en nuestro país. La del tercer mundo, que empuja a tantas personas migradas hacia el norte. Las bolsas de pobreza. La pobreza juvenil, la rural, la cultural, la endémica, la severa y la transitoria. Cada una convenientemente de su padre y de su madre, porque como todo el mundo sabe uno puede tener serias dificultades para pagar la calefacción, pero llevar al día las cuotas del club de campo. O padecer la terrible, terrible pobreza infantil hasta el momento en que cumples dieciocho y ya, por fin, heredas.
Compartimentar las diferentes dimensiones de la exclusión social y la pobreza es bien porque funciona un poco como esas anteojeras que se les ponen a caballos y burros para que no se despisten demasiado del camino. Imagínate qué ansiedad si se nos ocurriera unir la línea de puntos. Darnos cuenta de que cada tipo de pobreza será de su padre y de su madre, sí, pero entre ellos son primos. De que la falta de salud mental, la ludopatía o las adicciones causan pobreza, y sobre todo viceversa. De que en una casa sin calefacción pueden convivir un niño pobre, una persona mayor pobre y una mujer trabajadora y pobre, y además verse afectados por la llamada pobreza dental, y encima seguir siendo pobres en febrero, cuando se les acabe el paquetico de macarrones que acabas de donar. Pues sí que es mala suerte, ¿no?
Y por supuesto, lo mejor de todo este fragmentar es lo fáciles que nos quedan las soluciones: el niño te crece, la España rural se vacía y para de molestar, el jubilado se muere, el invierno se pasa, los dientes se caen. Tú dejaste en el súper un kilo de pasta de marca blanca. Unos cuantos mandantes salieron en rueda de prensa anunciando unas ayudas para familias con menores de doce años para pagar la factura de Iberdrola entre noviembre y marzo días impares modelo de instancia por triplicado ventanilla única cita previa documentación a compulsar. No, para el aire acondicionado de julio y agosto en Murcia no había. Pusimos todos cara de estar salvando el mundo como Bono (en ambas acepciones), y mientras decíamos 'patata' para la foto pensábamos en que, coño, a lo mejor un poco se lo merecen, ¿no? Que hubieran estudiado, o emprendido, o dado todo para perseguir sus sueños. Quien se esfuerza sale. Quien quiere puede. Lo que hay es mucho vago especialista en vivir de la sopa boba. Si han acabado en ese barrio muy normales no serán. Cobran esa miseria porque no le echan cojones al tajo. ¿Los jóvenes? Todo el día quejándose con el móvil generación de cristal cincuenta por ciento de paro pero luego al invernadero no se animan si yo mandara a pico y pala y ya verías tú.
¿Veis qué fácil? El sistema funciona, la pobreza es pereza y, para todo lo demás, un paquetico de macarrones con Mastercard. Felices fiestas, por cierto, que no os he dicho 'ná'.
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