País 'premium'

ESPEJISMOS ·

Nos desentendemos de nuestra dependencia de los servicios públicos porque albergamos la ilusión de poder pagar para siempre sus versiones privadas

Pues ya estarían las fiestas. Si no has pillado el Ómicron estos días, enhorabuena: debes de ser de esa gente que se pasaba el Super ... Mario con una vida. Si sí, pues ya sabes: autocuidado, que es una manera como muy 'trendy' de decirte que te las apañes como puedas.

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De lo que no va a haber manera de librarse es de la precampaña electoral que tienen preparada las derechas para este 2022: no hay vacuna, pasaporte o inmunidad de rebaño que valgan para sustraerse a tanto intensito con bandera. Tienen sus líos internos, claro: el pulso Ayuso-Casado por el liderazgo del PP, por un lado; el rebrote de Vox, que los pone en zona de 'sorpasso' (creo que ellos lo llaman –glups– «reconquista»); autonómicas a la vista... Necesitan que hiperventilemos con ellos, así que a la ya larga lista de felonías y apocalipsis (los okupas, el lobby trans, el rescate europeo, el vegetarianismo etc.) están a punto de unirse nuevas plagas de Egipto, a aliñar al gusto con el adjetivo 'comunista' y la letra k. Para la porra a mí apuntadme la 'persekución' del 'kastellano' en las 'eskuelas komunistas'. O la 'diktadura fiskal komunista'. O yo 'ké' sé ya.

Los primeros tiros ya se han disparado y entre mi gente –que es la de enfrente– a más de uno se le ha quedado el culo torcido. ¿Cómo es posible –pregunta algún alma de cántaro– que con el colapso sanitario que estamos sufriendo y la sexta ola en todo lo suyo, a los populares murcianos no se les haya ocurrido otra cosa que salir hablando de bajadas de impuestos? Me enseñan unos gráficos dizque demoledores: Murcia es, junto a Madrid y Andalucía, la CA con menor presupuesto sanitario por habitante. ¡Las cuentas no salen! En efecto, las cuentas no salen: la Región es la única comunidad que ha cerrado el año con déficit, un problema este –el del descuadre de las cuentas públicas– que tampoco parece importar demasiado al votante del Levante.

Las cuentas no salen, pero es que las cuentas son lo de menos. Aprovecha la derecha un sesgo cognitivo en boga en nuestras sociedades postindustriales: nos creemos en una posición económica mucho mejor de la que ocupamos en realidad. Nos desentendemos de nuestra dependencia de los servicios públicos porque albergamos la ilusión de poder pagar para siempre sus versiones privadas. Nos gusta tanto esa imagen pudiente de nosotros mismos con los churumbeles en un 'concertao' y un seguro médico de pago que nos la creemos. Nos creemos hasta esos anuncios que prometen «todas las coberturas para toda la familia» por cincuenta euros al mes. Aunque por si acaso preferimos no leer la letra pequeña –más larga que Harry Potter– que viene al pie. Os la resumo: «¿Que te duele qué? Pues tira 'pá' La Arrixaca, a mí qué me cuentas, peatón».

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Así que sí: en medio del colapso sanitario el PP regional sale a hablar de autocuidado y de rebajas de impuestos, como si los ricos fueran a autocuidarse y a ti te tocara pagar menos. Es exactamente al revés, pero no importa: lo que importa es el relato. Y si llega la frustración, si realmente te va regular, si te ahoga el alquiler o los críos te piden para un máster que no puedes pagar o a tu madre la citan para operarse en 2023 y ya no te cogen el teléfono ni en Cofidis, hay un relato B. El chungo. Uno con culpables. Migrantes, feministas, catalanes, gente joven, ateos, ecologistas, postmodernos, antipatriotas. Tienes para elegir: culpables, relatos, partidos de derecha. ¿Los servicios públicos? No, eso no se puede elegir. Los servicios públicos son una rémora, un vestigio del pasado a abolir porque 'de donde no hay, no se puede sacar'.

Una vieja reivindicación de los economistas críticos consiste en dejar de adorar al PIB sacrosanto (y su obsesión por las divisiones per capita) y ampliar el plano: no solo la magnitud renta describe la calidad de vida. Como es obvio, tener garantizados servicios públicos gratuitos de calidad supone un impacto muy positivo sobre las cuentas de los hogares. Reconozco que tampoco las izquierdas saben siempre evitar esta trampa: no es solo cuestión de mejorar salarios mínimos, convenios o indemnizaciones (un alza del IPC o del precio de la energía, como las que vive Europa estos días, puede llevarse todas esas conquistas de un plumazo); las economías del 99% también mejoran consolidando servicios o regulando precios.

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Y subo: además, la economía del bien común no es una simple suma de bienes individuales. Una sociedad que pone su legislación, sus arcas públicas y su iniciativa civil a trabajar para garantizar sus derechos humanos no solo es más próspera, también más segura, respetuosa, justa y libre. Más culta. Más sostenible. Más fértil. No solo defendemos lo que es de todos porque a la inmensa mayoría le cuadren más las cuentas, sino porque ese país mejor (como tampoco ese Mar Menor) no tiene, ni tendrá, versión individual de pago.

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