Normal, normal
ESPEJISMOS ·
Las cosas pasan si tienen que pasar, con lo cual prevenirlas es inútil, y cuando llega el momento son imparables y, por tanto, toda resistencia es fútilEn mi opinión, los geólogos hacen excelentes personajes secundarios. Suelen aparecer en las pelis de catástrofes yanquis (yanquis las pelis, no las catástrofes, aunque también, ... también), con las gafas pasadas de moda y la camisa de cuadros, en el gabinete de crisis del presidente. El presidente suele ser Morgan Freeman y, en medio de la histeria generalizada, el único que mantiene la compostura (un poco demasiado) es el geólogo, que a la pregunta del comandante en jefe responde con voz de teleoperadora de Jazztel que vamos a morir todos. Es su minuto de gloria, pero él parece que se ha puesto hasta el culo de benzodiazepina. Luego, como para tranquilizar los ánimos, añade que el evento de extinción masiva que está a punto de ocurrir es lo normal, que tenía que suceder tarde o temprano y que a la Tierra le da igual contener vida humana, que por lo demás es solo un parpadeo en términos geológicos. Sonríe y con un dedo se sube las gafas, que le resbalan como todo lo demás. Todavía le sobran diez segundos del minuto de gloria.
Algo de esa pachorra estereotípica –como de placa tectónica– queda en los geólogos de carne y hueso que informan estos días sobre el volcán de La Palma: puede seguir en erupción un mes o seis, sería normal; puede seguir escupiendo lava o no; la emisión de gases tóxicos es normal, igual continúa, igual no; es un fenómeno natural, es normal; las Canarias son un archipiélago volcánico, es normal; todo esto es normal, es normal. Su casa y su pueblo van a quedar arrasados por una inexorable inundación de roca fundida, pero trate de entender este suceso, tan rutinario, en lo que tiene de insignificante y de normal desde un punto de vista geológi (le cortan el micro).
A partir de un cierto grado de geologizepina en sangre, todo es normal, normal. Las cosas pasan si tienen que pasar, con lo cual prevenirlas es inútil, y cuando llega el momento son imparables y, por tanto, toda resistencia es fútil. Un rollo como zen. Una sabiduría oriental, un me la pela. Un par de pastis y ya se puede poner uno a leer el resto de noticias.
Mira lo de Amancio Ortega, por ejemplo, que es ese señor que tú te crees que lo único que hace 24/7 es dar trabajo digno y ganar mucho dinero para donarlo inmediatamente al sistema sanitario, pero no. También tiene sus cosas. Sus cosas de magnate, tectónicas. Estos días nos hemos enterado de su afición por los superyates, que sumada a su pasión por la ingeniería fiscal le han obligado a ir matriculándolos en Malta, ahorrándose así 24 millones de euros en impuestos. Unos 1.600 respiradores de UCI, por ejemplo. A preguntas de los medios (no tantos medios, en realidad, guiño-guiño codazo-codazo), personal de Ortega ha manifestado que lo de crear tres sociedades opacas en Malta para ponerles la bandera de ese país a sus yates, por cierto muy bonitos, muy discretos, muy normales con sus 68 metros de eslora y sus tres cubiertas y sus 18 tripulantes que tampoco cotizan en España, ha sido por no llamar la atención. Normal, normal.
O fíjate en lo del Rey emérito, a quien la Fiscalía avisó, según noticias aparecidas esta semana, hasta en tres ocasiones de que se estaban practicando investigaciones sobre sus chanchullos con Hacienda. Cosas de monarca. Normales normales. Derivas continentales. Safaris normales. Inducción oceánica en el Atlántico Sur. Rubias. Pelotazos normales con coleguillas que además son jeques. Pliegue sinclinal, pliegue anticlinal. Normal normal. Y para pliegue, el que hay que hacer con el Estado de derecho para sincronizarlo con las tentaciones –tan normales– del señor exmonarca. Es normal. Los volcanes entran en erupción y los humanos desalojamos pueblos al paso inexorable de la lava. Así los reyes eméritos normales. Y nuestra Justicia.
Y luego está el triple mortal, ese raro espécimen político que aúna en su figura la inevitabilidad de la catástrofe natural y la indolencia del geólogo normal, normal. López Miras, por ejemplo. A cuenta del Mar Menor. Por un lado es responsable del desastre y por el otro se resigna a él. Con una mano (en el bolsillo) se niega a exigir dimisiones, a imponer sanciones a la agroindustria o a poner medios para recuperar la laguna; con la otra rechaza las iniciativas de la sociedad civil. Que la ILP no va a servir para nada. Que la manifestación es una cosa de ignorantes y de malintencionados. Normal como una plaga de Egipto, nuestro pequeño mar se muere y no hay nada que hacer. Mejor seguir nitratando normalmente ya que estamos. Circulen. Aquí no hay nada que ver.
–No estoy muy de acuerdo con tu artículo. No sé qué tiene que ver la geología con una sociedad democrática.
–Ni yo. Por eso el artículo, compa.
–Ah vale, no lo entendía.
–Normal, normal.
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