Detalle de Roca Española, de Ramón Gaya, en el Museo Nacional del Prado N. Ibáñez
El gabinete

Roca española en la Roca

Noelia Ibáñez

Domingo, 7 de diciembre 2025, 07:11

«Cuando desde lejos se piensa en el Prado, este no se presenta nunca como un simple museo, sino más bien como una especie de ... patria, como una roca». Así definía Ramón Gaya al Museo del Prado en su ensayo 'Roca española', unas palabras que forman parte de la historia del Prado y que el propio Gaya tuvo ocasión de pronunciar el 7 de octubre de 1989 como parte de la conferencia que allí impartió. Aquel día, en un abarrotado salón de actos, un Gaya reposado leyó íntegramente 'Roca española'.

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El pintor del aire y la luz, de la pincelada sutil, sin retórica, de obra sabia y tranquila, dedicó bellísimas palabras al museo de mayor sustancia pictórica. El Prado fue una constante en su vida y en su obra, una forma de estar en el mundo, un recurso permanente, anhelado en ocasiones, y siempre pensado. La ausencia del Prado marcó su exilio, una añoranza extrema que le haría escribir en México 'Roca española', un texto hermosísimo construido desde la nostalgia, cuyo protagonista es un museo al que acude para salvarse, a pesar de la distancia física y temporal que le separaba.

Manuscrito de Roca Española presente en la biblioteca del Museo Nacional del Prado en el Casón del Buen Retiro. N. Ibáñez

A Gaya le habían exiliado de España, de la pintura y del Prado. En esas circunstancias, se agarra al museo, como el creyente se aferra a la fe en Dios. El buen hacer de Isabel Verdejo, mujer y heredera de la generosidad de Ramón Gaya, ha querido que el manuscrito de 'Roca española' esté para siempre en el Museo del Prado. Estas páginas inolvidables son una joya única para la institución, y revelan la huella imborrable que ha dejado Ramón Gaya en la historia del arte y su relación con el Prado. Es un cuaderno de dibujo de tapa dura, forrado en tela beige claro, adquirido en París, según reza en una etiqueta en el propio cuaderno, donde las cinco primeras páginas están manuscritas, siempre a una sola cara y con tinta negra.

El texto presenta numerosas correcciones y tachaduras que permiten observar su proceso creativo, de letra menuda, ligeramente inclinada hacia arriba y, en la última página, se aprecia escrito el año 1953. La decisión de donarlo es un hecho de especial importancia para el conjunto de la historia del Prado y en consecuencia para el legado del pintor. Especialmente simbólico resulta que el texto que Ramón Gaya escribió dedicado al Prado permanezca para siempre en él, en la Roca. Nacido en el Huerto del Conde, murciano al que le gustaba el mundo, hoy ese mundo podrá ver su legado en el manicomio de cordura que para Gaya era el Museo del Prado. Desde aquí mis palabras de gratitud para Cuca, como Ramón llamó siempre a su mujer, por seguir enriqueciendo y preservando el patrimonio cultural que representa el Museo del Prado, y gracias también a todos aquellos donantes que, con sus aportaciones, siguen ampliando las colecciones de los lugares de memoria, que son hoy los museos.

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