Un mundo frágil bajo tus pies
La vereda del capitán ·
Calblanque como lugar que da una lección de supervivenciaCaminar por el parque regional de Calblanque es hacerlo por un mundo frágil. La cartelería da pistas, por si uno no percibe suficientemente que se ... adentra en un ambiente inestable y en continuo cambio por efecto del viento salado. El lebeche, tan excitante para los poetas, es aquí, donde solo hay fragilidad bajo nuestros pies, el martillo del día y de la noche, el suplicio de muchos animales y plantas que intentaron adaptarse, y sucumbieron a la verdad, que no era otra que modificarse a sí mismos en aras a su propia supervivencia. Cada vez que uno se adentra en Calblanque, sobre todo si es a pie desde Cala Reona, un lugar ciertamente sobrecogedor en todas las estaciones del año, la inercia es la misma que la del escarabajo de las dunas: buscar una sombra, y, en ciertos puntos, claro, protegerse de los depredadores. Alguna vez volví con bocados en los meñiques, y no fueron, pobre de mí, dentelladas de tiburón, sino enganches con cardos marinos ya desprendidos del tallo, sin sus capas de cera y sin el azul metálico de sus flores, pero aún con sus pinchas intactas, de esas que si se clavan provocan «lamentos, suspiros y llantos», y no ya de oscura pasión.
Supe por los guardianes del parque que hay flores en Calblanque que se abren en verano, como el lirio o azucena de mar, porque los vientos en este tiempo son más suaves que en el invierno, un momento que es aprovechado por ciertos insectos polinizadores, como la polilla Britthys crini, una mariposa nocturna que también es común en Australia, Japón y Sri Lanka. Las orugas penetran sus hojas, y consumen lo necesario de sus plantas huésped, y cuando alcanzan los cuatro o cinco centímetros se entierran para crisalidar. Estos días también puedes ver los llamados cuernecillos de mar ('Lotus creticus'), cuyas flores salpican con su leonada alegría las dunas fósiles. Lo deseable es no pisarlas, ni cogerlas (eso no te haría ni más contracultural ni más 'happy') porque esos brotes de vida ayudan a fijar las acumulaciones de arena. Nunca antes había escuchado hablar del elizón ibérico ('Chalcides bedriagai'), una suerte de lagarto de 9 centímetros que a la mínima se escabulle en este paisaje sutil, y movedizo.
Admira este mundo, pero no lo corrompas. Son mensajes que uno capta a la mínima en lugares como Calblanque, donde el incesante batir de las olas ha esculpido maravillas, como la Cala de los Déntoles o Cala Dorada. En Punta Barriga hay rocas metamórficas de unos 20 millones de años de antigüedad, las más antiguas de la Región. Aquí también está el filón Poderoso, el más rico en plata de la Sierra Minera, cuyas terreras enamoran a los geólogos por la jarosita.
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