En los últimos tiempos prolifera en la literatura la idea de que una mujer empoderada es una mujer promiscua. Ambos aspectos se consideran deseables y ... positivos. Por eso, muchos autores y autoras dotan a sus protagonistas de esta cualidad.
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Resulta curioso cómo, hasta no hace mucho, lo apropiado era ser recatada. Para entender este cambio, debemos remontarnos a los orígenes de nuestro patriarcado.
Gerda Lerner en su libro 'La creación del patriarcado' (Katakrak, 2017), establece la teoría de que, para nuestros ancestros, las mujeres eran un pilar económico fundamental. La familia se convirtió en una sociedad económica, donde las mujeres creaban mano de obra. Cuantos más hijos se tuvieran, más riqueza y mayor estatus social podría alcanzar la familia. El trabajo gratuito y las alianzas matrimoniales eran la clave. Ahí está el viejo dicho de cuando seas padre, comerás huevos.
Las mujeres se convirtieron en poco más que animales, nadie las adoraba por traer hijos al mundo, al igual que nadie adoraba a un cerdo por dar buenos jamones. Las mujeres se convirtieron en generadoras de prosperidad, no solo para la familia, sino para una comunidad entera. Gracias a ellas, había soldados, agricultores, vasallos... y más mujeres para traer nuevos soldados, agricultores, vasallos... Eran mercancía con la que se podía negociar.
Nuestra sociedad lleva siglos garantizando que cada hombre tenga acceso a una mujer (al menos). Esta será la madre de sus criaturas, su desahogo sexual, su cocinera, limpiadora y cuidadora de mayores y pequeños. Todo esto a cambio de comida y techo. La mayoría de las mujeres no estaban dispuestas a pagar el precio por salir de la norma. Esto fue así durante muchos siglos. Hasta que llegó la supuesta revolución sexual de los años 60.
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En este momento, las mujeres podían acostarse con cuantos hombres quisieran sin sufrir el estigma social. O sí. Porque al final, la revolución sexual no se produjo con el objetivo de que las mujeres adquirieran la libertad sexual reservada hasta entonces para los hombres, sino de que los hombres tuvieran acceso a todas las mujeres que les apeteciera. Y eso sin tener que pagar, sin recurrir a la prostitución.
Desde entonces, se sigue propagando la idea de que una mujer empoderada es aquella que se acuesta con muchos hombres. Y la literatura, como cualquier otro arte, ayuda a difundir ciertas ideas. Una mujer que se acuesta con muchos hombres puede ser una mujer empoderada, o la más sumisa de todas, la que sigue necesitando de la aprobación de muchos hombres para sentirse valorada.
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