El móvil de Sánchez
APUNTES DESDE LA BASTILLA ·
La realidad es que somos un país más frágil desde que se descubrió que su teléfono había sido intervenido en una operación de espionajeMe resultaría terrible que me robasen el móvil. No soy persona de guardar secretos, pero todo el mundo tiene algo que esconder en ese frasco ... de las esencias con batería. Por pequeño que sea, si el ser humano debe ocultar algo al prójimo, lo hará en su teléfono móvil. Este aparato se ha convertido en una especie de alma envenenada. En él guardamos fotos íntimas, conversaciones inoportunas, cuentas bancarias y listas negras. Es un espejo invertido de nuestra intimidad. Una caja de Pandora que en determinado momento puede hacer saltar la vida por los aires. Nuestro equilibrio vital se reduce a un código pin, a un patrón de desbloqueo, al año de nacimiento o la huella digital. Al otro lado de la muralla cibernética se esconde la foto de una persona que amamos en secreto, sueños escritos a deshora en una nota, conversaciones de WhatsApp confesando algún pecado...
No sé qué habrá en el móvil de Pedro Sánchez. Lo desconozco y tal vez nunca lo sepamos. Quizá sea mejor así. La realidad es que somos un país más frágil desde que se descubrió que su móvil había sido intervenido en una operación de espionaje. Esto queda muy elegante al leerlo. Peor suena que a Sánchez le birlaron el contenido del móvil, como a un ciudadano cualquiera que pierde su dispositivo en un concierto o en un partido de fútbol. Sus casi tres gigas de memoria, con todas sus fotos (las de estudio y las prohibidas), sus conversaciones con mandatarios extranjeros, con líderes nacionales y chupasangres autonómicos, todo a la luz de un servicio secreto del que no sabemos nada pero del que sospechamos mucho. Cuatro años de poder reunidos en un aparatito, en manos de vaya usted a saber quién y bajo qué objetivo.
Es un drama nacional lo que le están costando al país esos secretos. Esta semana Sánchez ha olvidado que le han robado el móvil (el móvil más caro de España) y celebra a golpe de bombo y platillo que a su país le hacen algo de caso. Rodeado de banderas y mandatarios, él se mueve como pez en el agua, mucho mejor que de cifras hinchadas por la inflación o el paro. Él nació para presidir cada fin de semana una cumbre de la OTAN, ese organismo demoníaco que hasta hace cuatro meses reunía la quintaesencia del mal y que ahora le sirve, al menos, para olvidarse un rato de lo que sucede en la calle. Bastante tiene el hombre con toda esa aritmética de números imposibles.
El espionaje al móvil de Sánchez, fuera de ironías, ha supuesto un giro a cuarenta años de política internacional española. Podría ser coincidencia que a Sánchez le piratearan el móvil justo en los días en los que se producía la primera gran avalancha de inmigrantes en Ceuta, el 19 de mayo de 2021. Aquella fue la respuesta que empleó Marruecos cuando se enteró de que Brahim Ghali, el líder del Polisario, había sido ingresado en un hospital en España, entrando en el país con pasaporte falso. A partir de ese momento comenzó la operación de intervención de su teléfono móvil. Y oiga, todo se ha solucionado de una forma más que satisfactoria, sobre todo para los intereses de Marruecos. España ha renunciado a su posición histórica en el Sáhara y ha contravenido el mandato de la ONU sobre este territorio precisamente en el momento en el que el móvil de nuestro presidente fue intervenido. Casi 3 gigas dan para muchos vuelcos en el discurso.
La hemeroteca es lapidaria. Sánchez empezó su andadura presidencial rescatando a un centenar de inmigrantes desde las costas italianas. Les abrió el puerto de Valencia, en honor de multitudes. Les dio la bienvenida y les habló acto seguido de un país que no se conformaba con ser solidario, sino que no descansaría nunca hasta erradicar en el Mediterráneo el tráfico de inmigración ilegal. Hoy las imágenes son diferentes. Hay una especialmente desoladora. Una pila de cadáveres, torpemente alineados en un campo junto a una valla fronteriza. Desconozco cómo han muerto. Aplastados, he leído en los periódicos. Algunos tal vez golpeados por la policía marroquí, se rumorea. Las declaraciones de Pedro Sánchez, sin embargo, son de agradecimiento por el trabajo realizado al otro lado de la valla. Enterrados en fosas comunes, los cuerpos anónimos de esos jóvenes africanos ya no ocupan discursos ministeriales, ni rellenan agendas de futuro sostenible. No tienen lugar en la cumbre de la OTAN.
Pasar del 'Aquarius' a la fosa común de la valla fronteriza es un giro sin precedentes. Muchos supimos desde el principio que a Sánchez le importa bien poco el conflicto humano de la inmigración. Siempre y cuando no resulte rentable. Los que ayer merecían un rescate humanitario hoy mueren al otro lado de la valla. A saber qué hay en ese móvil y cuánto tiempo debe el país sufrir las consecuencias de este pecado ajeno.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión