Pese a los esfuerzos ímprobos de la gente que lucha ahí dentro, la sensación de desvalimiento que acompaña al Murcia como club es grande, más ... en estos tiempos en los que juega desabrigado en un estadio vacío, sin el amparo de una afición que siempre acompañó al equipo (7.000 abonados este año), pese al ayuno gandhiano a que ha sido sometida desde que el déficit cobró dimensiones catedralicias. La propia historia, que siempre fue el paraguas del club, empieza a deteriorarse. Acabamos de saber que ya no es el líder de Segunda, sobrepasado en puntos por el Sporting. Cuando los resultados fallaron, el entorno del Murcia siempre apeló a su nobleza. Esta ha sido la razón principal para mantener con vida la entidad, mientras otros de pasado menos linajudo la adelantaban a izquierda y derecha. Con todo en contra, en una categoría crepuscular y con un equipo sin ángel, la directiva ha reducido la deuda. Donde fallan los goles, donde la historia empieza a perder la corbata, acompañan las cuentas. Un milagro en tiempos de Covid.
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