Mexicanías II: Maldito Francis Drake
APUNTES DESDE LA BASTILLA ·
Todavía hoy en muchos libros de texto ingleses se estudia al ilustre pirata como el primer hombre que circunnavegó el globo, setenta años después de Elcano, claroEn el paisaje de mi infancia paseo por Lope Gisbert hasta la altura del Palacio de Guevara. Debo cruzar la calle porque su fachada barroca ... no permite una panorámica completa. Hay monumentos que están inscritos en la piel, que son parte de la geografía personal. Conozco las formas exactas de sus columnas salomónicas, los angelotes pasados de peso que escalan hacia el escudo familiar y la fachada lisa, tras el derroche de curvas y escorzos. Lo veo siempre sin necesidad de estar en casa, sin ni siquiera pasear por Lope Gisbert. Incluso ahora, abrumado por una selva tropical y escuchando a los changos sus cortejos de amor y muerte sobre los árboles. La veo duplicada en otros edificios y calculo que hay muy poco de azar en esta coincidencia.
Escribo estas líneas muy lejos. La humedad me empaña las gafas y resbala por mi teclado, al que le sigue faltando la letra ñ y los acentos. Llevo diez días viajando por la región de Yucatán y Chiapas. Mi ruta es una mezcla de ruinas mayas y ciudades coloniales. Chetumal, Mérida, Campeche y Palenque, desde donde escribo estas líneas de madrugada, que para usted, querido lector de periódicos, es siesta o café. Pero me es imposible desligarme de lo que soy (en parte, los libros que he leído), de lo que he aprendido durante estos años. Ahora observo el Palacio de Montejo, en el zócalo de Mérida. Está stiuado a un costado de la catedral y es la edificación más antigua de la ciudad. Francisco de Montejo llegó a Yucatán con una espada y algo de pólvora que no tardó en mojarse. Conquistó estas tierras decadentes y fundó ciudades. Al séptimo día, decidió construir la casa más noble de todas, utilizando piedras en un templo olvidado. Y lo hizo a imagen y semejanza de los palacios españoles. El de Montejo es un espejismo español, un recuerdo castellano entre selvas y lluvias tropicales. En su fachada escalan columnas floridas, con esculturas de guerreros aplastando cabezas de bárbaros. Los ventanales estan sostenidos por atlantes con rostros de indios, la nariz alargada y el cabello lacio. Es equilibrado, antiguo y hermoso como los de Granada, Toledo o Salamanca. En él identifico al Palacio de Guevara, 150 años antes de su construcción. De eso se trata, pienso, América y España como un gran diálogo constante, doloroso y fructífero.
Viajo a salto de mata, con un pie aquí, entre las selvas y los anuncios de tormenta, y otro pie allí, donde usted, querido lector, planta su sombrilla y dobla esta página del periódico para acomodar la lectura. La memoria es un don hermoso que conviene ejercitar. Hispanoamérica es una infinita extensión de recuerdos a la que acudir para salvar nuestro presente. Pero tal vez nosotros ya renunciamos a la historia, como también lo hacen ellos ahora. Campeche es el inicio del Golfo, una ciudad amurallada con iglesias, palacios, cafeterías porticadas y aduanas. En el convento de San Francisco se celebró la primera Eucaristía del Yucatán. Sirve como ejemplo perfecto a esta herida memorística a la que me refiero. La ciudad se fundó en las primeras decadas del siglo XVI. Su urbanismo le ha valido ser nombrada Patrimonio de la Humanidad. Calles cuadradas de casas coloridas que han sufrido mucho con el devenir de los siglos. Hasta sus costas acudían los piratas de todas las naciones. Holandeses, franceses e ingleses la saquearon, quemaron sus edificios, asesinaron a sus hombres y violaron a sus mujeres. En una expedición mataron a un tercio de la poblacion. Felipe V tomó cartas en el asunto y amuralló la ciudad. Los piratas no volvieron a asaltarla.
Entre ellos encontramos a sir Francis Drake, un pirata inglés sostenido por la corona. Todavía hoy en muchos libros de texto ingleses se estudia al ilustre pirata como el primer hombre que circunnavegó el globo, setenta años después de Elcano, claro. La historia es retorcida, pero no se puede mover. Hoy Campeche se enorgullece de su centro histórico. Enseña a los turistas sus murallas y habla de los piratas como seres mitológicos que acuden en las noches de luna llena a molestar a los paseantes, como los changos en esta cabaña en la que escribo. En la puerta de acceso que da al mar, hay una estatua de sir Francis Drake, con su atuendo de pirata y su loro. Pone cara de malo y la gente se hace fotos agarrándolo de la cintura. Mientras tanto, México baja de los pedestales a Colón y Cortés, renuncia a una parte esencial de su historia, le da la espalda, al igual que España olvidó la suya, que es la misma, un espejo que devuelve una doble imagen. La misma fuerza histórica que construyó la ciudad de Campeche hizo El Escorial, años después. Con el mismo sentido se levantó el Palacio de Montejo, en Mérida, y el Palacio de Guevara de Lorca. No sé cómo hubiese actuado la patria de sir Francis Drake de haber llegado primero a América.
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