Marramamiau

PARALELO 37 ·

Cuando voy de visita, 'Dora' me persigue, se restriega y trata de lamerme con su diminuta y rasposa lengua

Miércoles, 27 de julio 2022, 00:40

Nunca he tenido gato ni hacerme con uno entra en mis planes pero me gusta 'Dora', sus bigotes enormes, el pelo sedoso y grisáceo, el ... nombre al cuello en forma de corazón, las patitas blancas. Más que un felino parece una princesa llegada de Oriente a la que le cayó la lotería cuando mi amigo Iñaki se la llevó al ático donde la consiente y mima como si fuera su enamorada. Cuando voy de visita 'Dora' me persigue, se restriega y trata de lamerme con su diminuta y rasposa lengua, la misma que le sirve de peine al acicalarse porque esta gata, además de bella, es presumida y muy elegante. Hay días en que ni se acerca y me observa distante desde la distancia; otros disfruta encaramándose a una de las mesas del salón, la que está junto al biombo con afiches de películas y la estantería repleta de calaveras mexicanas, bajo una lámpara de la que cuelga una gaviota plateada que cae justo encima de su cabeza como si fuera a aplastarla. Y ahí se queda inmóvil, como una esfinge del Antiguo Egipto, cotilleando el barrio desde la ventana más cercana mientras sus ojos mutan de color si el día es soleado. Y los gatos, ¿piensan? Ni idea, pero he leído que «la mejor obra de arte», como describió Leonardo da Vinci a estos animales domésticos, si tuvieran el tamaño de un león les aseguro nos comerían de un bocado, adoran a las mujeres, prefieren el timbre de nuestra voz al de los hombres y, lo que es peor, con un ronroneo a tiempo saben cómo manipularnos. Lo que nos faltaba.

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El primer gato de mi madre se llamó 'Arquímedes', como el principio físico de los fluidos y empujes verticales; del otro olvidé el nombre pero sí recuerdo que era la envidia de la casa de Valencia cuando mi abuelo lo acariciaba acurrucado en su regazo. Ya viuda, con mi abuela vivió 'Romeo', que devoraba corazones de cabrito, siempre me miraba mal y más de una vez se atrevió a arañarme. Los de mi tío eran preciosos: persas, orondos, aristocráticos. No, no me gustan los gatos aunque escriba de ellos y además 'Dora' es otra cosa, no sé cómo explicarles, así que si alguna tarde de este infernal verano me pierdo y quieren encontrarme no me busquen en el primer 'cat café' que acaba de abrir en Murcia siguiendo la moda asiática: solo de pensar en beberme un capuchino rodeada de mininos en busca de una familia de adopción y campando por el local a sus anchas mientras suena a todo volumen «al olor de las sardinas, el gato ha resucitado, marramamiau, miau, miau» me da un infarto.

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