Marmenorcoin
ESPEJISMOS ·
Con el planeta al borde del colapso medioambiental y económico, cada vez hay más superricos que pagan cada vez menos impuestosEn 'El Danubio', ese imborrable homenaje a la cultura europea, Claudio Magris relata que, en época prerromana, los pueblos del Mediterráneo veneraban dos símbolos muy ... diferentes de la virilidad: el toro y el burro. Atribuían, o atribuíamos, al toro las cualidades de la potencia explosiva, la temeridad y la agresividad; reservaban, o reservábamos, para el asno las virtudes de la paciencia, la templanza y el compromiso. Ambos figuran en multitud de pinturas y exvotos, con los que nuestros tatarabuelos pretendían atraer para sí esas antiguas energías de la masculinidad.
Con el paso del tiempo, el burro como símbolo de virilidad ha ido cayendo en desuso. Cargado de connotaciones negativas, el animalillo solo se ha convertido en icono de una cosa: el Partido Demócrata estadounidense; y solo a través de la reapropiación de una caricatura negativa que Thomas Nast hacía de ellos en el siglo XIX. Ningún fabricante de coches de lujo pondría un asno en su testosterónico escudo, a la manera de Lamborghini. Nadie inventa una bebida energética a base de burrina. Ningún país lo tiene de símbolo nacional, como España con el astado; si bien esto no son buenas noticias tampoco para el toro, un bicho muy bonito que seguramente preferiría no ser tan venerado ni en las banderas ni en las plazas. Igual, no sé, le das a elegir y escoge ser burro. A los burros no se los puede torear.
A lo que iba: que si hablamos de virilidad, nuestra cultura, en España y en el resto de Occidente, se ha decantado claramente por la potencia del toro que embiste, triunfa y empotra. Es mucho más espectacular, cierto. La vidorra del que indultan ni la sueña el más afortunado de los burros. Pienso mucho en este fragmento de Magris de un tiempo a esta parte. En la hegemonía de la masculinidad taurina, en la pérdida de la otra. Putin entrando al trapo. Jeff Bezos viajando al espacio. Nayib Bukele jugándose las finanzas de El Salvador en el criptocasino. Cuántos de nuestros referentes no son más que toretes con poder y más cojones que neuronas. Me viene a la mente cierto 'youtuber' residente en Andorra que vive de incitar a los adolescentes a apostar en criptomonedas, llamando desesperado en sus vídeos a 'holdear con cojones', esto es a mantener lo invertido y asumir las pérdidas, para tratar de frenar el hundimiento del bitcoin. Cojones, siempre cojones. Nunca razonar, evaluar, consultar o pensárselo dos veces antes de actuar. Pienso mucho en los Mihuras alfa de nuestra sociedad y en que me gustaría que mi hijo no quisiera ser así. En Trump, Orbán y Abascal. En Rodrigo Rato sacando Bankia a Bolsa. En Neymar anunciando NFTs. En Sánchez Galán llamando tontos a tres millones de sus clientes con Iberdrola en beneficios récord (y el país en crisis energética). En Elon Musk tomando vuelos de siete minutos. Detrás de cada burbuja y cada hundimiento hay un prohombre astinegro y sus cojones, su incapacidad para rectificar, su adicción a la ostentación, su irresponsabilidad total.
¿Podemos permitirnos tanto torete? Con el planeta al borde del colapso medioambiental y económico, cada vez hay más superricos que pagan cada vez menos impuestos, mientras aumentan año tras año sus beneficios, su patrimonio y su huella ecológica, y cuentan con tan excelentes asesores de imagen que consiguen que, además, los sigas en Instagram, te compres sus libros de 'coaching' y votes a sus partidos. Que los indultes, vaya. Da igual cuánto la hayan cagado, todos se creen 'too big to fail'. Todos son el rey. Y necesitan rescate. Y que Fiscalía les afine un poco lo suyo, también.
Los toros alfa nunca se equivocan, y por tanto nunca se han equivocado. Pasan sin transición del 'lo estoy haciendo todo genial' a 'la culpa del fracaso es de otro'. Esta semana las ironías del destino han hecho coincidir la manifestación en Alicante contra los recortes del Trasvase (con la participación de López Miras) y la aparición de los primeros peces muertos en el Mar Menor. El martes, la laguna estaba genial rodeada de 50.000 hectáreas de regadío (el 20% de las cuales, ilegales), y podíamos exigir más agua para mantenerlas. El miércoles –sujétame el cubata– la situación era insostenible y la culpa del Ministerio por tener el acuífero a rebosar. El azul Klein del agua, en los publirreportajes que la Comunidad lleva a Fitur o las fotos que coloca Noelia Arroyo por las calles de Cartagena, se vuelve entre verde y marrón cuando toca culpar a otra administración, sin que ni una gota de nada les salpique en el proceso. Cualquier día de estos sacan NFTs de nacras, mújoles o caballitos de mar. O por qué no, una nueva criptomoneda: el Marmenorcoin. Ojalá fueran burros, por lo menos.
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