Papel y lápiz
En la línea de salida del curso escolar se debate sobre el papel de los instrumentos electrónicos en los hábitos de enseñanza, a tenor de ... su masiva y arrolladora presencia en las aulas. Con la incertidumbre de si su uso condiciona avances para el aprendizaje o si suponen una rémora al sustituir patrones establecidos. La preocupación se deriva del progresivo déficit apreciable en el manejo de competencias básicas de lectura, escritura y cálculo. En esta controversia ya se aprecian vientos de cambio con un regreso a formas tradicionales de instrucción, provenientes de países del norte de Europa, líderes en cuestiones de pedagogía de calidad. De hecho, algunos como Finlandia o Suecia consideran la prohibición de las pantallas electrónicas en los centros educativos, abogando por que los alumnos aprendan a leer textos en papel, del mismo modo que el renacer de competencias casi desterradas en cuestión tan importante como es la caligrafía. Es una realidad obvia el predominio absoluto de estos artilugios en el segmento juvenil, verdaderos expertos, con habilidades asombrosas para desfacer entuertos ante lo que parecen arcanos indescifrables, pero con sus peajes y limitaciones. No siendo el menor la clara obsesión por utilizarlos sin descanso, durante horas sin cuento.
Este complejo digital también ha influido sobremanera en la práctica de la medicina, actividad en la que resulta esencial registrar los síntomas que aquejan y relata el enfermo, como reflejar las incidencias en la evolución de su enfermedad, en observaciones recogidas en la historia clínica, instrumento que precisa ser manejado por los diversos miembros de la atención sanitaria para sus diferentes cometidos. Estas contingencias se han inscrito desde los albores de la medicina científica a mano, sobre pergaminos o papel. Si bien el aire de los tiempos arrastra un evidente cambio, gracias al empleo masivo de la escritura electrónica. Sin duda un apreciable cambio para mejor en las prestaciones, en particular en determinados aspectos, dado el sambenito arraigado sobre la confusa caligrafía de los médicos, no solo enrevesada sino directamente ilegible, hasta tornarse indescifrable, como es notorio al ojear alguna receta, en cuyo caso no cabe refutar tal aserto. Bien a la vista está. Con el peligro inherente de malinterpretar anotaciones, indicaciones, recomendaciones o prescripciones de medicamentos, de similar o parecida nomenclatura. Si bien en las recetas los equívocos están en trance de desaparecer, gracias a expenderse en su mayoría en formato electrónico. Innovación con indudables ventajas.
Asistimos a un sustancial cambio de paradigma, operado en poco tiempo, en la forma del trabajo sanitario, pertrechados con soportes táctiles que facilitan sobremanera el trabajo clínico rutinario, como la gestión administrativa, al que es forzoso adaptarse. Ante tan brusca y masiva irrupción, no todos los implicados responden por igual, con estudios curiosos para comprobar discrepancias en su uso entre profesionales, como el llevado a cabo recientemente en un hospital de los Países Bajos comparando este desempeño táctil entre diversos grupos, para detectar posibles diferencias entre especialidades, tanto respecto a edad como género. En este marco analizan parámetros como la velocidad de mecanografía, la rapidez de ejecución de informes, el número de palabras por minuto, o errores ortográficos. Las conclusiones, como eran previsibles, establecen una clara ventaja entre las jóvenes generaciones de sanitarios respecto a los médicos de mayor edad, en un sistema de salud cada vez más digitalizado. Sin diferencias en cuanto al género.
Algunos países como Finlandia y Suecia consideran la prohibición de las pantallas electrónicas en los centros educativos
Sí las hay entre diferentes especialidades, reflejo del ambiente de presión al trabajar en una sala con enfermos que podría requerir toma de decisiones más resuelta. Como curiosidad añadida, destaca una coincidencia entre la abrumadora mayoría de encuestados, como la percepción negativa hacia la administración, dada la importante carga burocrática añadida a sus tareas. Incluso entre sanitarios holandeses, se cuecen similares habas. Los autores abogan por establecer módulos específicos de capacitación y descargar de trámites administrativos a los implicados.
En esos siempre admirados sistemas educativos nórdicos, tenidos por modelos a imitar, si bien con escasa fortuna por nuestros insignes responsables pedagógicos, enfrascados en una terminología incomprensible de escasa trascendencia práctica, se ha optado ahora por un regreso casi a los orígenes de la enseñanza. De cundir el ejemplo, seguro, volveremos a usar artilugios entrañables de tantas generaciones desde la escuela primaria. Libros de papel, cuadernos, lápices, bolígrafos, gomas, tinteros o plumas estilográficas. Continuadores de instrumentos utilizados desde la prehistoria, arcilla, piedra, pergamino o papel para registrar el conocimiento de la mente, gracias al movimiento preciso de la mano. Ahora relegados, desplazados por golpes repetitivos de los dedos, sin esa pausa reflexiva que concede la pausa entre ideas forjadas y su registro manual. Como ojear con parsimonia páginas para comprender su mensaje, en aras a una educación integral.
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