Decía von Clausewitz en su clásico tratado 'Sobre la guerra' que esta, en sí, sigue siendo una parte aparentemente indeleble de la experiencia humana. A ... su vez, todos sabemos que la experiencia humana considerada en términos generales constituye, de un modo u otro, eso que llamamos historia y, esta, a algunos, aún nos resulta de interés porque nos permite entender de manera más cabal qué somos, por qué lo somos, de qué modo hemos llegado a serlo y, también, hasta cierto punto, lo que vamos a ser. Leer historia, y la guerra es parte de esta, contribuye a que nos hagamos esa imprescindible composición de lugar. Por eso hay que acercarse a la ella sin la vocación moral que impregna el juicio de tantos, sino con la humilde pretensión de interpretar y comprender sus razones, desarrollo y desenlace. En términos puramente históricos, el esfuerzo no debe ser para juzgar, sino para interpretar.
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El pasado, igual que el momento actual, es responsabilidad de seres humanos. Nada sucede al margen de la voluntad y la actuación individual. Todo está ahí porque personas, como usted y como yo, querido lector, lo hicieron o lo deshicieron. Entender a esas personas con la adecuada penetración psicológica, que es la manera definitiva de descubrir el porqué de la historia, se puede conseguir leyendo biografías. En último término no se alcanza una comprensión profunda del episodio histórico sin conocer a aquellos que lo hicieron posible.
En lo que al entendimiento de la guerra respecta, como parte de la historia, como parte inextinguible que es de la experiencia humana, el libro es de enorme utilidad. El tratado, la biografía, las memorias, cualquier rastro escrito de reflexión que acompañe al que se distinguió en el campo de batalla es fundamental para aprehender los recovecos de su alma, y con ello, ver con claridad hasta dónde se extienden las raíces de nuestro presente. Y a ello, a la palabra escrita, se le ha de añadir la documentación gráfica. Cómo eran los responsables, cómo vestían o cuál era su actitud, y verla sobre lienzo arroja la luz necesaria para que captemos el instinto y la intención del espíritu que con la necesaria mirada y la imprescindible resolución se lanza al frente de la historia con fe en su causa. Ya sabe usted que una imagen vale más que mil palabras.
El cuadro se convierte en el soporte que nos permite entender muchas cosas
Y es ahí donde el lienzo es tan poderoso. Allí donde no llegó el testimonio gráfico de otro modo es justo donde el cuadro se convierte en el soporte que nos permite entender de una sola mirada muchas cosas que, de otro modo, no conseguiríamos abrazar jamás. A menudo, se trata de cuadros pintados de manera contemporánea al evento retratado. En otras ocasiones, son pinturas muy posteriores trabajadas con la paciencia de un entomólogo, de manera tan lenta como una demora judicial, contrastando documentación, estudiando al detalle el suceso, el tono, recuperando uniformes, emblemas, armas, valorando la fuerza del viento en las velas de un barco desarbolado, la reacción desesperada del piloto, rodeado, en un mar embravecido, consciente de que el final se acerca inexorable, ver el gesto del jinete, el ímpetu del caballo o la fuerza magnética del artillero manejando su pieza con serenísima quietud sin que el ruido, el humo y la sangre le emborrachen.
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Este ha sido el trabajo de Augusto Ferrer-Dalmau estas últimas décadas. Recuperar momentos de nuestra historia y devolverlos a la vida. Soldados y batallas, a lo largo de siglos, son los protagonistas de sus excelsos cuadros. Con una enorme capacidad para transmitir el estremecimiento que la belleza de las cosas pequeñas debe infundir a los espíritus elevados, retrata el momento histórico asiendo con la mano con la que maneja el pincel el alma de sus protagonistas y dándoles la vida para nosotros. Nos ofrece, en cada uno de sus cuadros, una lección de historia impartida por unos pocos soldados que, 'volens vel non', fueron protagonistas en el devenir de nuestro viejo país.
Descubrir el barro congelado de Empel, la pólvora de la artillería en Pavía, la mirada feroz de aquellos que en Rocroi contestaron a quienes querían su rendición que ya hablarían cuando murieran, sabedores de que su momento postrero les cercaba, todo eso es posible gracias a Ferrer-Dalmau, que ha rescatado episodios de enorme trascendencia casi hundidos en los engramas cerebrales de la memoria colectiva para darles vida y hacernos reflexionar sobre nuestra historia, la envergadura de nuestra huella en el mundo y la ejemplaridad de nuestros compatriotas. Esos hechos de armas, como otros acontecimientos que hoy solo podemos comparar con poner el pie en Marte, son lugares a los que podemos hoy viajar de la mano del pintor.
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La alzada del artista, su prestigio artístico, su maestría, se funden en el caso de Ferrer-Dalmau con su valor histórico y documental que, humildemente, agradecemos.
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