Literatura de la cancelación
A CARA DE LIBRO ·
Ahora el poder está en manos de líderes con matices sectarios y del algoritmoLa cultura de la cancelación no es un invento actual. Emilia Pardo Bazán tuvo que soportar que la ningunearan sus coetáneos rechazando su candidatura en ... la RAE hasta en tres ocasiones, y que el académico Juan Valera le espetara que «su trasero no cabría en un sillón de la RAE», una gran frase para un tuit.
Miguel Hernández también fue víctima de la cultura de la cancelación, y Federico García Lorca. Ellos pagaron un precio más alto que la Bazán.
Lo nuevo es que ahora hay un término para este fenómeno por el que se retira el apoyo a aquellos cuyas opiniones o comportamientos resultan inadmisibles para un grupo determinado. También es novedad la forma en la que se ejerce esta cancelación. Hasta hace poco, la sufrían todos aquellos que no fueran varones blancos heterosexuales (u homosexuales asintomáticos, entiéndase la ironía) de clase media y alta. Ahora los criterios no están tan claros. Y, además, existe Twitter.
Sin embargo, el género sigue importando. En las últimas cancelaciones mediáticas he observado que las mujeres suelen ser canceladas por sus ideas. Los hombres, por desvelarse sus abusos sexuales.
Algunos argumentan que la cultura de la cancelación es un mecanismo democrático. Para mí, limita la libertad de expresión. Quien gana el debate no es quien argumenta mejor, sino el que tiene más seguidores para lanzar en bloque contra el adversario, no hay nada que una más que un odio compartido. El perdedor ve afectado su equilibrio emocional y sobre todo el económico. Ninguna productora de cine, sello discográfico o universidad contrata a quien no sea rentable. Los escritores de éxito como J.K. Rowling siguen adelante con sus proyectos, pero con matices: les borran su nombre de los créditos y no la invitan a eventos.
Otro tema relacionado es si debemos diferenciar al autor de su obra. He de confesar que yo no puedo. Me ha pasado con Neruda, desde que supe que había violado a una muchacha en Sri Lanka, y que abandonó a su esposa y a su hija enferma. No me apetece releer sus libros. Pero, ¿voy a unirme a otros para borrar su legado? En absoluto. Y creo que ese es el matiz fundamental. A nivel individual es imposible separarnos de nuestros afectos. Pero este no debe ser el germen para unirnos al Ku Klux Klan de Twitter.
A Pardo Bazán le bastaron un puñado de intelectuales misóginos para que la cancelaran. Ahora el poder está en manos de líderes con matices sectarios y del algoritmo. No nos olvidemos del algoritmo.
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