Los últimos coletazos de julio nos pillan con la moral algo deshuesada. Da la sensación de que todo ha ido a peor y de que, ... visto lo visto, no hay más aliviadero que la vacuna. Mientras tanto, a apagar fuegos aquí y allá, a la espera del siguiente. Así que la ciencia, la gran olvidada por todos hasta ayer, imanta hoy todas las miradas. Al menos, la pandemia servirá para poner el foco donde debería estar hace mucho y no es en los escaños, sino en los laboratorios. Y mientras esperamos la vacuna, cada uno sigue a lo suyo, demostrando que la imbecilidad humana es inatajable: en Cataluña piden la mesa de negociación, que maldita importancia tiene, mientras la pandemia se expande y alarma a Europa; en Rusia Putin anuncia armas hipersónicas, y en EE UU Trump usa mascarilla, no porque al fin esté concienciado, sino porque ha visto que las encuentas le empiezan a ser hostiles. La lista es tan larga que no cabe en una columna como esta.
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