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Que zurzan a las pajitas

Hablamos de esas de plástico, no de las de toda la vida

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Viernes, 21 de diciembre 2018, 02:30

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Ayer mismo me tomé un disgusto de estos prenavideños, cuando supe que desde 2021 quedarán prohibidas las pajitas en toda Europa.

-¡Hombre, claro! ¡Es que eso va contra los derechos humanos!

Pare el carro. Estoy hablando de las pajitas que usamos para beber.

-¡Ah, bueno! Haberlo dicho. Esas no son como para disgustarse.

Pues, hombre, en lo que la pajita tiene de tradicional, la temática nos importa a todos. Piense que su uso para mejor beber viene de los sumerios, que ya es decir. La culpa de todo la tiene el maldito plástico. Porque una paja de plexiglás (como el bolso de Gilda) viene a ser lo mismo que la energía, que no se destruye jamás Y esas, en concreto, son las pajas que deberemos repudiar por contaminantes. No así las pajas-pajas que, como su propio nombre indica, son verdaderas pajas: de trigo, cebada o centeno. Quizás no sean rentables como negocio, pero esa ya sería harina de otro cereal.

Todo esto lo digo a humo de pajas, faltaría más. Pero no olvide el lector que, si desaparecen las pajitas, le hurtaremos a la infancia un juego muy simplón, pero bonito. Me refiero a cuando un crío rompe por una punta la bolsita de papel en la que va metida la paja, sopla y dispara.

-¿Y qué cosa se dispara?

¡Coño! ¡Pues la bolsita! Se trata de un proyectil manso, que no produce daño alguno, ni aun dándote en un ojo. Quiero decir que todos aquellos menajes que, amén de prácticos, sirven de entretenimiento y juguete, tenemos la obligación de conservarlos.

Y luego que la pajita es de uso universal y, según el país donde se use, recibe un nombre diferente. A saber: bombilla en Chile y Bolivia, calimete en la República Dominicana, cañita en Perú y Canarias, pitillo en Colombia y Venezuela, pipeta en Guinea y absorbente en Cuba.

-¡Acojonante!

Y solo he nombrado unos pocos países. Por eso digo que no nos pueden venir diciendo, de la noche a la mañana: «¡Fuera pajitas!», y ahí se las den todas. Sépase que, si la pajita no plástica deja de existir, la cultura popular (y no solo la popular) se resentirá gravemente.

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