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¡No me toque usted el WhatsApp!

La mala noticia es que algunos móviles perderán la aplicación

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Lunes, 10 de diciembre 2018, 22:36

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Hay muchísimas personas que, al conocer la noticia, notaban con terror como si se les estuviera parando el corazón. Vivimos muy a lo que diga la llamada 'inteligencia artificial', que se esconde en lo más recóndito de la cibernética comunicatoria. El WhatsApp es igual que el 'Master Chef' o la 'Operación Triunfo' de la televisión oficial. Se han convertido en imprescindibles.

La imagen de un individuo sentado, como el famoso 'Pensador' de Rodin, mandándole con los dedicos un WhatsApp a algún prójimo tan 'whatsAppero' como él mismo, se ha hecho, ¡ay!, viral, a ver si me comprende usted. Cuando te dicen, de la noche a la mañana, que tu aparato va a quedar inhabilitado para enviar y recibir 'whatsAppases', veo de lo más natural que te dé un entrimuto o paparajote.

Yo eso lo entiendo, aunque no lo comparta, como se suele decir.

-¿Y por qué cojones no lo comparte? ¿Acaso es algo malo?

No, señora, que me parece buenísimo. Solo que el chisme que uso es más antiguo que la tos. De esos que se abren simulando ser libro y que carecen de la aplicación WhatsApp. Lo que tienen los adelantos es que, al igual que las marineras de ensaladilla, provocan adicción. Si te las quitan, quedas completamente corrido y desnortado.

Nos dicen que, a partir del uno de enero, un capazo de chismes perderán la aplicación. Ante eso, los afectados solo pueden hacer una de estas dos cosas: meterse el dedo en la nariz (que sigue estando mal visto) o tirar el Nokia S40 y comprarse otro que sea capaz de funcionar con la aplicación nueva (observe el lector que, cuando Franco, la 'aplicación' consistía en portarse bien en el cole. Ahora, ya no).

Estas cosas pasan. Pero es porque se corresponden con un vivir informatizado, que resulta ser manifiestamente mejorable. Es muy cierto que comprarte otro móvil sale por una pasta. Pero me he dado cuenta de que todo titirimundi va por ahí con el chismecico en la mano. Lo mismo el rico que el pobre, la dama que el caballero, el niño que el adulto. De donde se deduce que no tiene WhatsApp el que puede, sino el que quiere.

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