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Películas con mal rabo

Siendo complejas, las despachan el bueno y el malo en un plis-plas

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Miércoles, 16 de octubre 2019, 01:13

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Personas pero que muy cinéfilas vienen a darme las quejas. No porque yo sea nadie, cinematográficamente hablando. Antes bien, lo hacen por la confianza que nos tenemos. Generalmente (lo mismo en el cine, que en el teatro, que en la novela), los autores se atienen al esquema: exposición, nudo y desenlace. Primero plantean, después complican y luego viene el final feliz, desgraciado o incluso neutro.

Es habitual que la exposición sea más larga que el nudo y el nudo más largo que el desenlace.

-Este último puede resultar brevísimo. Por ejemplo, un beso en la boca entre el chico y la chica.

Bueno, hay besos de estos (quiero decir de los que se llaman 'de amor') que pueden durar lo suyo, ¿eh? A veces se acortan -aunque eso no suele trascender al espectador- porque a uno de los besantes le huele malamente el aliento. Es lo que le pasó a la pobrecita Vivien Leigh con Clark Gable, en 'Lo que el viento se llevó'. A pesar de lo bueno que estaba el tío.

-¿Y cómo sabe usted eso?

Pues porque, pasado un tiempo, lo dijo ella misma. Debió de ser cuando el apuesto Clark estaba ya en el otro mundo. Para que no se molestara el hombre, más que nada.

Hay algunas obras en las que todo es exposición, sin que ocurra nadica. No hay por tanto nudo, ni desenlace. Son la excepción. Lo normal es que exista una cierta intriga y un 'the end', como dicen ellos, que deje al espectador con el mismo buen sabor que si se hubiese comido un pastel de carne. En el cine que se hace ahora, los finales son demasiado burdos. No se corresponden con una trama rica en sucedidos.

Me refiero a esas historias donde se producen mil complejas peripecias y complicaciones, en las que se enredan conspicuos personajes. Uno espera un desenlace de cierta entidad. Pero quiá. La cosa acaba siempre igual de tontarraca: dos tipos interpretando una pelea. ¡Y a orinar a la calle! Hay películas de masas, con una trama complicadísima, que las despachan el bueno y el malo a hostia limpia. En un plis-plas.

Y digo: ¿lo ve bien el lector?

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