Monseñor, póngasela
LA ZARABANDA ·
A nadie aprovecha pagar un error con el sacrificio de renunciar a la segunda dosisBuenos y (si le parece) santos días. A mí siempre me cayó usted bien. Quiero decir con eso que su error al permitir que le pusieran la vacuna de extranjis, no hará que me incline por el ensañamiento. Ahora bien, tampoco criticaré a quienes le están dando caña por tratarse de un cura de tanta relevancia como en su caso. Ni por ser objeto de la animadversión de aquellos que, según la española costumbre, van de anticlericales. Y se lo dice uno que no se toma el boniato en dulce con Dios.
Me cae usted bien porque es de aquí del terreno. De la parte de Espinardo, si afinamos. También por lucir apellidos de lustre: nuestra Lorca más nuestro escultor magnífico. Y porque su territorio es Cartagena. A mí estas cosas me enternecen, qué quiere que le diga. Y principalmente que, vacunado o sin vacunar, acertando o equivocándose, lo considero un buen hombre. Hay monseñores que hasta son humanos.
Si no fuese por lo que voy a decirle ahora, no le habría escrito estas líneas. Atiéndame usted. Cuando conocimos su patinazo, resolvió no ponerse la segunda dosis. Después ha rectificado a medias, diciendo: «Probablemente me la ponga». Rechazarla es señal de arrepentimiento. Un autocastigo encomiable, pero perjudicial para su salud, que no es buena. (Sería mayor penitencia que llevar cilicio durante una semana. O azotarse la espalda con ese espolsador de bolas, cuyo nombre no me viene ahora a la cabeza. O ayunar cuarenta días). No pincharse la segunda vez sería más dañino que todo eso. Usted figura entre los que deberíamos estar ya vacunados. Calza setenta y dos tacos. Soporta la agravante de padecer 'patologías previas', como dice Moncloa sobre tantos ancianos que mueren de Covid. (Y esta es la maldita hora en que siguen cayendo como moscas, porque las farmacéuticas también pecan).
Tiene usted que ponerse la que le falta. Yo sé bien que (como cristiano viejo que ocupa el puesto que ocupa) su contrición es más dolorosa y honda que, por ejemplo, la de uno del montón como yo mismo. Pero, yerros aparte, me causaría mucha pena que se infectara por no haberme hecho caso.
Usted no merece algo así, querido amigo.