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No hay quien lea los letreros de la tele

Incluso los instruidos en lectura rápida han tirado la toalla

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Martes, 7 de mayo 2019, 03:34

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Por qué las teles se empeñarán en mostrarnos unos letreros tan de quita y pon (o tan de pon y quita), que no te da tiempo a leerlos. Seguro que no lo hacen a mala leche. Las prisas se deben más bien a la propia mecánica del medio, que es complicada y requiere tocar muchos pitos al mismo tiempo. Pero, claro, lo cierto es que el espectador se queda casi siempre a medias. Y llega un momento en que, debido a la persistencia, se cabrea. Y algunos de esos cabreos hacen que luego no duerma bien.

Según los libros de estilo del periodismo, al cliente (sea lector, oyente o vidente) hay que tratarlo de usía.

-¿En qué libro de estilo viene eso?

Dónde ha de venir, sino en el prólogo, que es pórtico o frontispicio. Quiero decir lugar relevante. De honor, si es que me apuras.

Corre ahora la costumbre de sacar en la televisión los twitteres de unos y de otros. Igual si son largos que cortos. No hay nada que oponer a eso, siempre que nos dejen leerlos. Pero es que nos los sirven como si fueran moscardas: aparecen y, en cuanto que te quieres remirar (o remirarlos), se han esfumado.

Digamos que nos cuelgan esos textos como si fueran una ilustración más que una información. Conozco a personas (sobre todo del mundo de la empresa) que se han ejercitado en la lectura rápida, mediante manuales que pueden encontrarse en cualquier librería. Los oyes leer (cuando lo hacen en voz alta) y te quedas pasmado de lo bien que han asimilado el ejercicio. No pocos de ellos me han dicho que casi nunca consiguen llegar al último renglón. Imagínese el lector -si le apetece, claro- lo que nos pasará a los que estamos ya a punto de entregarla.

Alguien dirá (pues hay gente para casi todo) que la mayoría de los twitteres no merecen ser leídos. Que son pura filfa, a pesar de que los firman hasta los presidentes de Gobierno. Otros no son twitteres, sino los letreros de toda la vida. Y alguno habrá, joder, que resulte de nuestro interés leerlo.

(A dispensar, ¿eh?, si se ha faltado en algo).

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