Y si encuentras una vacuna mejor...

No me va a mí, por temperamento, ejercer de agorero. Pero conviene ver las cosas como realmente son. Sin aceptar a pies juntillas absolutamente todo lo que, sobre esta pandemia, se nos diga desde las alturas. Hablemos de la vacuna de AstraZeneca.

–Dirá usted Zeneta.

Esa broma la solté en una zarabanda anterior. Pero, aunque una miaja de humor siempre es lenitivo, no insistiré, por si alguien torciera el morro. Me gustaría estar errado en lo que voy a decir. A la vacuna de AstraZeneca le ha puesto un pero importante el Robert Koch Institute alemán. No la aconseja para mayores de sesenta y cinco años, debido a que nadie corrobora que sea eficaz para viejos. Así de sencillo y así de tremendo. Otra pepla no menos gorda es que su eficacia (dicho por la propia farmacéutica que la produce) no va más allá del 60 ciento. Y digo yo que a ver con qué cara le explicas esto a los ancianos.

También es verdadero que esta vacuna (aun cuando el importe total del pedido europeo es de 870 millones de euros) es más barata que las otras. Viene a salir a unos tres euros por dosis. Y cuentan también que no necesitan tenerla a setenta grados bajo cero. Resulta que se apaña con menos.

–Pero yo siempre he dicho que lo barato es caro.

Bueno. Pare usted un momento. Es comprensible que, según anda (renquea, mejor) la economía, los políticos estén obligados a mirarlo todo. Pero, entonces, si se reconoce que unas vacunas (más caras) son mejores que otras (más baratas), la libertad para decidir que concedemos a los que toman las grandes decisiones debería funcionar en pie de igualdad con la libertad de elegir vacuna. Si se nos permite la libre elección de médico, ¿cómo nos van a negar lo mismo con un medicamento, siempre que pidamos aquel que más nos convenga?

Porque cuando (viejo y con achaques) estés en la cola y te toque: ¿no te tomarán por tonto si te conformas con la de Zeneta (con perdón) y no exiges la que vaya bien a los ancianos y con un 30 por ciento más de eficacia? Digo yo.