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Bien, vale. Tampoco es que nos coja de sorpresa. Los cabecillas de Castilla-La Mancha retozan de gusto dándole un nuevo escopetazo al Trasvase, tras una sentencia del Tribunal Supremo. Según se les ve venir, parece que tienen la intención de ir a por todas. Y, consecuentemente, dejarnos sin ninguna a los que vivimos en un territorio que -administrando hasta la última gota, como nadie lo hace en el mundo, los caudales que nos llegan- hemos convertido en jardín el yermo secarral.

Cuando se aprobó el acueducto, hace ahora cuarenta años, nadie imaginaba que algún día caería sobre este cequión la amenaza de cegarlo a cal y canto. Todos (por arriba, por abajo, por delante y por detrás) parecíamos contentos. Por eso los pertinaces intentos de cargárselo causan tanta desazón en las provincias del Sureste español, donde bebemos y regamos con esas aguas. Gracias a esto último, incluso en Islandia me he topado con las frutas que producimos aquí. Y en muchos países se maravillan con las subyugantes imágenes de la floración del melocotón.

España son dos Españas: una húmeda y otra seca. En la húmeda (donde el clima no propicia los cultivos de primor), comoquiera que le sobra el agua, los ríos la escupen en el mar, que es el morir. Los turbiones de los temporales (pues por allá arriba sí que les llueve), como no están domeñados, provocan dolor y ruina allí por donde pasan. Las nuevas técnicas, la mano del hombre podría encarrilar, camino del Sur, todo ese enorme sobrante.

Actuando así, el Tajo, lo mismo que los demás aguahabientes, tendría caudales y reservas incluso por encima de la exigencia ecológica. Y las gentes de por aquí abajo -que también son hijas de España y herederas de su entera naturaleza- podrían sacarle a la tierra una rentabilidad añadida que beneficiase a las dos Españas.

Tanto como han adelantado las ciencias, resulta difícil de entender que se tenga al Trasvase Tajo-Segura por obra faraónica por excesiva. ¿Acaso no se construyen puentes, rascacielos, presas y viales que nos asombran por su grandiosidad? Y nadie los tilda de exagerados. Mejor que matar a esta perdiz mareada que bebe del Tajo, ¿por qué no llenamos España de perdices con la cabeza en su sitio?

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