Cuarenta años del Trasvase

Siempre hubo entre nosotros una querencia muy manifiesta por el agua. Fue en los sesenta cuando ese apego se hizo obsesión. Los periódicos ('Línea', 'Hoja del Lunes' y 'La Verdad'), las radios (Popular, la Ser, Nacional y Juventud), las tertulias de los cafés, las conversaciones paseando por el Malecón, los aficionados en La Condomina, los deudos y dolientes en los velatorios, los Auroros con sus repalandorias, todo titirimundi clamaba por el Trasvase y suspiraba por ver correr las divinas aguas por unas acequias más que propicias. Era una obstinación colectiva, superadora del '¿pa qué quiés que vaya?'.

Por obra y gracia del Espíritu Santo -o eso les pareció a muchos-, el 30 de julio de 1966 (con mucha 'caló', avispas y sequedades de por medio) se ordenó la redacción del Anteproyecto General del Aprovechamiento Conjunto de los Recursos Hidráulicos del Centro y Sureste de España. Nos parecía milagroso que, por fin, pusieran el asunto en solfa administrativa. En 1979 llegaron al embalse de Talave los primeros caudales. Durante esos trece años de papeleo y obras demoradas, Murcia vivió sin vivir en ella.

La Asociación de la Prensa homenajeó al ministro Silva, por su eficacia. Fue en una cena multitudinaria, adobada con gratitudes muy sentidas, que tuvo lugar en el pabellón de Italia, en aquella FICA luego dinamitada en mala hora.

La gente del campo se puso a regar como loca, todavía sin creérselo. Y pronto el eslogan 'Murcia, Huerta de Europa' dejó de ser presunción quimérica. La historia contemporánea de esta Región tiene como referencia el Trasvase. Y las primorosas cosechas dan brillo a la balanza comercial y al PIB. Viendo esto, ¿cómo es posible que a la politiquería oportunista y jodedora le haya dado por pretender la destrucción de una riqueza con tanto sudor lograda?