Seguro que quienes se fijan en todo habrán advertido que el protagonismo de la OMS (también llamada Organización Mundial de la Salud) anda bajo mínimos. ... Principalmente en comparación con su anterior presencia en los medios, que llegó a ser casi tanta como la del tozudo volcán de La Palma. Conociendo al personal como lo conocemos, quizás se deba todo a que, en un momento dado, el organismo en cuestión dijo que «la complacencia es la mayor de las amenazas para los países que están superando la pandemia».
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Se supone que el aviso iba dirigido a quienes no se acaban de tomar en serio la Covid-19. Son los mismos que, si las discotecas les requieren para entrar el certificado de vacunación, se apresuran a vacunarse en masa. Los mismos que, hasta entonces, se tomaban a cachondeo protegerse del virus exponiendo el brazo a los consiguientes pinchazos. La complacencia es el gustirrinín que le entra a uno cuando hace (o deja de hacer) determinadas cosas. Por ejemplo, fumar con sensual placer, como bien canta el cuplé, aunque sepamos de sobra que el tabaco mata.
Es cosa de reírse, aunque solo sea por no llorar, vacunarse para que te dejen bailar en un local de copas. Ello afecta a los que le dan más importancia a mover el esqueleto que a morirse por el virus. Esta complacencia que digo tiene un segundo significado, que es la tolerancia excesiva. De eso saben mucho los responsables de las sucesivas olas de contagios que venimos padeciendo, y todavía con demasiadas muertes, que deberían ser ninguna. Es injusto decir que son los dueños de lugares de ocio (incluyendo la hostelería) quienes han predicado una tolerancia excesiva. Quiero decir peligrosa para la salud del común. Estos empresarios, vamos a reconocerlo, se han mantenido generalmente en los límites de lo que es prudente. Cuando requieren que se levante un poco más la mano es porque peligra su propia subsistencia.
No conviene confundir la actitud de quienes les basta una complacencia prudente, con la de aquellos que pretenden que todo vale. Y no tanto porque esté en peligro su vida, que también, sino porque les trae sin cuidado poner en dificultades la del prójimo.
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