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El alcalde Ballesta anda empeñado (cosa que veo muy bien) en que salga adelante un proyecto titulado 'Las fortalezas del Rey Lobo'. La idea es antigua, pero no llegó a cuajar, como suele suceder cuando, ante las primeras dificultades, falla el ánimo. Y sobre todo el dinero necesario para llevar a buen fin un empeño singular.

A simple vista, este parque temático, moruno y murciano, tiene mejor pinta que otros que nos vendieron desde nuestra ingenuidad y el oportunismo de otros. No se apoya en Hollywood, sino en los de aquí de Murcia, que a lo mejor conseguimos entre todos recrear y disfrutar un espacio histórico, donde una porción importante de nuestra historia se coja del brazo del entretenimiento. Huyendo de 'lo que se lleva', esto de ahora se titula, mejor que parque temático, Parque Arqueológico Medieval.

Radica en el territorio reconquistado de Monteagudo, sobre una superficie de un millón y medio de metros cuadrados. Hay lugar para la cultura popular y la diversión, escuela y despensa, pan y circo, como quien dice. Y nos proporciona la ocasión, que ni pintada, de acercarnos a nuestros ancestros morunos, más allá de la muralla árabe que, por circunstancias de índole urbana permanece oculta bajo nuestros pies. En el entorno de Monteagudo hay restos suficientes para reconstruir un amplio y rico capítulo de nuestra historia, sin necesidad de echar mano de Gregory Peck y Ava Gardner que, quieras que no, se nos quedan algo apartados.

-Mejor diría usía Lawrence de Arabia.

Pues también. Aunque, para 'lawrences' importados (que son los que vende Hollywood), preferibles son los de Monteagudo, que son paisanos nuestros. Pregona Ballesta que este de aquí 'es uno de esos lugares clave para entender cómo fuimos los murcianos del pasado y quiénes somos los de hoy'. Tiene razón. Porque si además de enterarnos de cómo eran los históricos, se pudiera saber cómo somos los de ahora mismo, habríamos resuelto la cuadratura de nuestro círculo vital.

-Eso sería cojonudo.

Pues claro. Conociendo los demás cómo somos realmente (en esencia, presencia y potencia), aún se entenderá menos que, desde la España húmeda, no quieran mandar una sed de agua a los descendientes de quienes inventaron una ingeniosa red de riegos, que es la admiración del mundo.

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