Son tremendos. Todos están pendientes de Ayuso. Basta con que diga «miau», para que en seguida le lluevan no sé cuántos «guaus». Comentan: «Ella se ... lo busca». Y bien mirado es verdad. A Ayuso le gusta que todo lo que salga de su boca tenga una resonancia.
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–¿Magnética?
Pues sí. Ahora que lo dice usted, también magnética. Que tiemblen los pilares de las instituciones. Le agrada igualmente que cualquier medida que tome repercuta. Y ponerles freno a quienes piensan que Barcelona es 'la millor terra del món', elogio de Azorín refiriéndose a Alicante. Y, claro, esa presuntuosidad mediterránea pone a la Ayuso muy nerviosa. Como es natural y lógico. Entonces ella coge y replica: «Pues yo me reafirmo en que 'Madrid es el Cielo en la Tierra', mejor que 'De Madrid al Cielo'».
Las formas de Ayuso tampoco gustan nada a Moncloa. (Aunque menos que a nadie a Casado). Entonces, si Moncloa decreta que blanco, Ayuso responde que negro. Así andan: como el perro y el gato. Y luego está Almeida, que siempre aparece en el momento menos pensado. No solo allí donde se encuentre Ayuso, sino que basta que alguien esté hablando de Ayuso para que Almeida haga acto de presencia. Cuando Ayuso se entera de que está Almeida, ella también acude rápidamente. Y como ambos son muy decidores (pero sobre todo Almeida, que es una máquina de hablar), vienen corriendo los del capazo.
–¿Los del capazo?
Sí, los periodistas de Madrid. Reporteros, tertulianos, cronistas, allegados y demás, cada uno con su capazo. Y los van llenando con las declaraciones de Ayuso y Almeida. De esa forma recolectan bla-bla-bla a mogollón. Y con eso tienen de sobra para cubrir con palabrería inane la jornada. He de concluir que los compañeros políticos que critican a Almeida son del todo injustos y muy cínicos. Ella hace lo mismico que ellos: promocionarse para subir uno, dos o los escalones que hagan falta. No hace algo que no hagan otros. El animal político (dicho sea en el buen sentido) anda desasosegado y reconcomido, en tanto no le llega el carguico para el que vino a este mundo.
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Ayuso no es la excepción, sino otra que baila.
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