Bajo la batuta del nudo famoso de Espinardo, la circulación que llaman rodada se ha colmatado en los aledaños de Murcia capital. Las aglomeraciones de ... las 'horas punta' fueron alargándose más y más con el discurrir de los años.
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–¿Ha dicho de los años?
De los años, desde luego. Y eso por no decir de los siglos. En la actualidad, los atascos en las horas punta corren que vuelan hacia el infinito. Lo mismo en las calzadas que en el tiempo. Entres por donde entres al circuito circulatorio, te las ves y te las deseas para encajar tu coche entre los demás. Un rayo de luz me ha hecho caer en la cuenta de esta gran verdad: con las autovías nos ha ocurrido lo mismico que con el Mar Menor.
–¡No joda! –se nos enfada un currito desde la oficialidad.
Ya sé que no gusta nombrar la soga en casa del ahorcado. Pero lo que estoy diciendo, corroborado a gritos por los conductores, va a misa. Desde hace tiempo, moverse con cierta agilidad por las autovías de los alrededores de la capital, ya no te lo garantiza nadie. Al igual que en el pobrecito Mar Menor, el paso de los años sin mover ni siquiera un peón ha dado lugar a una situación que ya es del todo insostenible.
El personal se queja porque llega tarde el trabajo, al médico, al espectáculo, a cualquier cita que requiera moverse por las autovías. El estúpido nudo espinardiano es un desespero. Además de lo que tiene de peligro circulatorio, resultante de un trazado en forma de ramillete de carriles, aburre a todo el que intenta cruzarlo con una miaja de soltura. Hasta las frutas y verduras que viajan al extranjero en los camiones frigoríficos cantan compungidas (cuando navegan como carretas por el que se conoce como El Ñudo) la canción triste de Hill Street y de todas las 'streets' de los principales destinos europeos.
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Así es que ya tenemos dos peplas gravísimas: el pequeño mar agonizante y el tráfico en torno a Murcia. Seguro que hay más, pero ¿qué ganamos con nombrarlas, si unos (quienes las sufren) se sumirán en lloros y otros (los que nos gobiernan) se partirán de risa?
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