Añoranza de una Manga mejor
LA ZARABANDA ·
El emperador Marco Aurelio no veraneaba aquí, pero dejó dicho lo que había que hacerCasi todo el que llega por primera vez se siente inclinado a opinar sobre la clase de urbanismo que arrastra La Manga actual. Y suele ... haber coincidencia en los juicios, tanto si habla el profesional como el lego. «Qué maravilla –dicen– se podría haber hecho aquí. Y no esto que vemos».
El domingo pasado publicaba LA VERDAD un artículo sobre este mismo particular, titulado 'La Manga ideal (Cara B)'. Lo firma un arquitecto, Juan Antonio Sánchez Morales, que es también profesor de la Universidad de Alicante. Se refiere a cómo empezó todo, un día en que «se juntaron tres grandes: el gran empresario madrileño Tomás Maestre Aznar, el gran ministro gallego Manuel Fraga Iribarne y el gran arquitecto catalán Antonio Bonet Castellana. Y entre los tres, de un plumazo, decidieron urbanizar la totalidad de La Manga». Y advierte: «Que nadie se llame a engaño, ya que el plan preveía [desde el principio] urbanizarla en su totalidad».
En los inicios de los sesenta, servidor acudió a La Manga, como periodista bisoño, con el encargo de contársela a los lectores de LA VERDAD. El dibujando Baldo, el fotógrafo Tomás y yo mismo hicimos un viaje de cabotaje, desde Alicante hasta Águilas, a bordo de barquichuelos inestables. El retrato que tomamos de La Manga de entonces era: Muchas dunas, una señorita en bikini, dos hoteles (el Entremares y el Galúa) y la casa del todopoderoso Maestre. No mucho antes, el ahora Rey Emérito (que aprendía a pilotar aviones en la AGA) subió furtivamente a una avioneta y se dio el gustazo de rozar con las ruedas las dunas de La Manga y de nuevo tomar altura. Sin ningún peligro para los turistas de a pie, puesto que no había ninguno.
Sobre el año 150 después de Cristo, el emperador Marco Aurelio escribió: «¿No ves que los árboles, los pájaros, las hormigas, las arañas y las abejas hacen lo que deben, y contribuyen con ello a la armonía del mundo? Entonces, ¿vas a renunciar tú a realizar lo que te es propio como hombre? ¿No te sientes atraído a cumplir lo que la Naturaleza te prescribe?».
Era un recado (inútil, por supuesto) para 'los tres grandes'.
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