TVE echa la tranca
Hace una eternidad que no es un servicio público, ni privado. No existe o es indiferente, un ruido blanco de fondo en el bar
Es un excelente paso el que acaba de dar Televisión Española al anunciar que no irá al indescriptible concurso de Eurovisión si participa Israel. Se ... dejará de tirar un perral en esta cosa. Es un método de ahorro apreciable en la situación de montañoso derroche de TVE, que empezó hace décadas pero que con el tiempo y los pésimos números se ha intensificado de forma pasablemente asombrosa.
Establecido este aplaudible punto de partida, que no tiene miedo a la impopularidad de privar a la masa televidente de su corruptela eurovisiva, con el subsiguiente recorte del gasto, ahora habrá que avanzar al segundo punto: que TVE anuncie que nos privaremos también del resto de la morterada que recibe, acordando su clausura. Despedida y cierre indefinido, sin carta de ajuste temporal ni emisión del himno español de madrugada (sin, tampoco, un programa religioso nocturno como los que mantuvo el primer socialismo en España, para que rece un responso). Nadie la echará realmente de menos. Ni los que la utilizan como órgano de parte, y partido.
TVE hace una eternidad que ya no es un servicio público, ni privado. No existe o es indiferente, un ruido blanco de fondo en el bar, para el sector de público que aún no tiene que utilizar andador para bajar a la calle. Es una íntima satisfacción, cierto, que a las televisiones les llegara su hora, no íbamos a ser sólo los de los medios escritos los paganos del cambio de paradigma. No sirve hoy Televisión Española, ni ninguna otra, ni siquiera los objetivos de intoxicar regladamente a la opinión pública. Es una fiesta para amiguetes con escasa repercusión en el pensamiento ¡y mucho menos la cultura! de los españoles. Las fiestas se acaban cuando llega papá, que viste de oscuro, a preguntar por el déficit.
España, como otros países europeos, tendrá que analizar en los próximos años, intentando ser realista hasta donde se pueda, qué quiere ser de mayor, haciéndose preguntas incómodas. Es evidente que es un debate para el que no están ni estarán preparados los españoles, esos hombres lúdicos. ¡Si no lo están los ciudadanos del país vecino, infinitamente más informados y leídos que aquí, como saben hasta en Pernambuco (me encantaba lo mucho que se utilizaba en mis tiempos el topónimo Pernambuco, para referirse a cualquier cosa ignota situada a tomar por saco). La verdad sólo pueden permitirse conocerla las almas melancólicas que han transitado un desolado camino de reciedumbre. Hay que echar la tranca en Televisión Española.
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