El nudo Ussía
Alfonso Ussía, que ha muerto ahora, escribió toda su vida como si la hosca e igualitaria España fuese un exclusivo club para caballeros del Pall ... Mall londinense. En principio, no tenía ninguna posibilidad de tener éxito. La ironía inglesa aquí no se entiende bien (ni la inglesa ni la de ninguna otra parte), y cuando algo aquí no se entiende bien, por si acaso te llevas un garrotazo. No vaya a ser.
Ussía no hizo caso de la receta de Lope de Vega para hacerle literatura al buen pueblo español, y que a éste le gustase, «hablarle en necio»: Ussía, al contrario, dejaba a los necios como más necios aún, pero hablándoles como lo que era, un señorito vocacional, constante. Y como lo hacía con ironía, los necios ni se enteraban. Pero, sorprendentemente, compraban sus libros, muy populares. El señorito Ussía tuvo éxito sorprendente en una España que detesta el aristocratismo y que creía que aquellos cursis descritos por Ussía que estiraban el meñique al beber una taza de café o aquellos horteras que hablaban a gritos por el móvil en el AVE o repetían las cosas «cienes y cienes de veces» no eran ellos. Pero sí eran ellos, claro que eran ellos. Los cursis y los horteras patrios tienen la vanagloria de pensar que, gracias a su dinero, ya se han redimido y los cursis y los horteras son siempre los otros. Ussía construyó toda su carrera en periódicos y libros aprovechándose de esa vanagloria sin fundamento. Su carrera fue un malentendido. Nuestro subdirector de Opinión en ABC, Castelo, que se comía al Señor y se bebía al manso y escribía bellas palabras a pluma con unos rabos elegantísimos, como si esculpiese sobre catedrales, me decía que se llevaba a Ussía a La rana verde a por un cocido «con toda su guarnición de pecados». Pero Ussía, inapetente ilustre, se entretenía haciendo rodar un garbanzo por el plato. Se mantenía fino como un silbido, algo que le reportaba éxito entre universitarias.
Supongo que en el periodismo sólo lo superó en inapetencia Indro Montanelli, que se alimentaba casi exclusivamente del humo de los pitillos. Así recuerdo a Alfonso Ussía, echando neblina por las fosas nasales y extendiéndola sobre gin-tonics a la inglesa, todo ginebra hasta el borde y dos o tres burbujas para mantener las apariencias. Popularizó un extraño nudo de la corbata largo y erecto, que saltaba de la americana y pasaba por la puerta un minuto antes que su propietario. Los profesionales del madrileñeo, siempre esnobs, lo copiaron en masa y supongo que, cuando los satirizados por Ussía se den por fin cuenta de que se burlaba de ellos y sus libros acumulen polvo, le dará a su autor una celebridad inmortal, como el 'nudo Windsor' se la ha dado a la Casa Real británica.
Supongo que le gustará pasar a la historia sólo por la forma de hacerse la corbata.
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