Virgen de la Fuensanta: madre de los menores no acompañados

Si no se establecen los límites éticos y morales, nuestra sociedad caminará hacia la deshumanización

Martes, 4 de noviembre 2025, 00:01

El cierre del centro de Santa Cruz por motivos racistas, donde había menores no acompañados que compartían vida con otros menores, ha sido doloroso y ... triste, porque de nuevo la maldad humana triunfa sobre la bondad y a esto hay que unirle que estos menores no acompañados han sido separados de sus amigos, sobre todo, de otros menores pertenecientes a familias españolas. Se ha producido una horrible segregación racial, rompiendo los lazos de amistad y los vínculos afectivos porque hay personas, que militan en un partido que se proclama de ideología católica, que han matado al ser humano que llevan dentro y han arrojado al Dios de Jesús fuera de sus vidas, y espero y deseo que algún día descubran la humanidad que llevan dentro y, también. El reino de Dios es un reino de amor, misericordia y compasión, nunca de odio, rechazo y no hay personas que sean inferiores y otras superiores. Todos somos hermanos y hermanas.

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Hay una preocupación importante y es que se ha abierto la caja de Pandora, porque se ha avalado que el camino de la presión y la estigmatización surte efecto. Si no se establecen los límites éticos y morales, nuestra sociedad caminará hacia la deshumanización. Ya lo está haciendo a un ritmo acelerado, y hacia la violencia estructural, y esto hay que anteponerlo, incluso, a la aprobación de los presupuestos. Reconozco que siento preocupación y miedo ante el futuro y eso no quiere decir que no sigamos caminando por las sendas que conjugan los verbos amar, acoger, dialogar, respetar y fraternizar.

Ante esta situación, que nos desgarra y nos hace zozobrar, pienso que hay una figura entrañable, que despliega sus brazos para acoger, abrazar y acariciar, y es María de Nazaret, que concibió al Hijo de Dios encarnado, y, en este caso, en la advocación de nuestra muy querida patrona, la Virgen de la Fuensanta.

Se ha avalado que el camino de la presión y la estigmatización surte efecto

La Virgen de la Fuensanta como madre extiende sus brazos y con una mirada llena de ternura acoge a estos menores no acompañados en su rezago y los cubre con su manto protector de los que los odian y quieren deportarlos de nuestro país, porque piensan que son criminales y mala gente por definición antropológica y hasta teológica.

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La Virgen de la Fuensanta siente tristeza y hasta vergüenza de ver que se le acompaña en su traslado entre su santuario y la catedral por personas, algunas con cargos institucionales, que utilizan la fe como arma que alienta el racismo, la xenofobia y el rechazo al pobre. Como buena madre, quiere que esos hijos e hijas, que expresan maldad, descubran algún día que el amor debe imponerse sobre el odio. Que piensen y reflexionen en quiénes se han convertido.

La Virgen de la Fuensanta arropa a estos menores no acompañados, llora desconsoladamente cuando los ve cómo se hunden en el fondo del Mediterráneo y se le rompe el corazón de saber que hay personas que se alegran de que se ahoguen y se hundan en el fondo del mar y que sean incapaces de mostrar un mínimo de empatía.

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A la Virgen de la Fuensanta no le importa si una persona tiene una creencia u otra, si son de aquí o si son allí o del color de la piel; siente como madre que quiere, que ama y si le hacen daño no responde con maldad, con rencor, con ira o violencia. Por eso, la Virgen de la Fuensanta quiere y ama a estos menores no acompañados.

En sintonía con lo expresado, termino este artículo recogiendo el texto evangélico de Lc 1, 51-53: «Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos».

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Lo dicho, la Virgen de la Fuensanta quiere a estos menores no acompañados y quiere que se les trate con todo el amor y la dignidad del mundo.

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