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La insidia murciana

La verdad prevalece y hay que resistir todos esos vicios del ser humano en carne propia, porque es bueno: fortalece y nos prepara para los verdaderos golpes de la vida

Martes, 27 de agosto 2019, 10:15

Usted nunca oirá hablar mal de José María Párraga, el artista más interesante que trabajó en Murcia desde los años 50 a los 70. Su vida fue azarosa y difícil. Hombre generoso, su situación económica casi siempre fue desastrosa, lo que le llevó a esa famosa anécdota de que cambiaba dibujos por bocadillos. No es una anécdota, si todo el mundo habla bien de Párraga es porque Murcia se aprovechó de él en los momentos de debilidad. Solo al final de su vida encontró el orden junto al amor y vivió tranquilo, pero en los años de debilidad algunos le ayudaron y muchísimos se beneficiaron de su drama. Por bocadillos o lavadoras viejas. Como para hablar mal de él.

En Murcia, como en todas partes, la insidia no se usa contra el débil sino contra el que se supone más fuerte que uno. Es una forma de venganza, de manifestación de odio y rencor silencioso y traidor.

A principios de los años 80 hubo una confitería muy en forma que, además, fue de las introductoras de la pizza en Murcia, lo cual formaba colas los domingos. En esos días Rock Hudson anunció que tenía sida y el mundo descubrió aquella pandemia apocalíptica. Tengo el recuerdo fresco de aquel día y de lo que pasó después: solidaridad planetaria para unos, condena al vicio por parte de los ultraconservadores y una ola de insidia global. Al que se odiaba irracionalmente se le acusaba de tener sida. Murcia no iba a ser menos y alguien corrió el bulo de que aquel pastelero tenía sida. Desconozco si lo padecía o no, pero da igual. Hoy sabemos que no hubiera sido un gran problema. Entonces, aquel simple comentario, se llevó por delante las colas y mucha gente dejó de comprar allí.

El mensaje de las dos historias anteriores deja clara una tesis: la insidia se usa contra el fuerte y tiene un fin malvado en el que no importa si la víctima tiene hijos, si es una buena persona, si trabaja o no. Solo se quiere destruir lo que tiene fundamentalmente motivados por el pecado capital que hace a Brad Pitt desenvolver la cabeza amputada de su mujer en 'Seven': la envidia.

Hay niveles de insidia. El primero es suave y tiende a borrar los méritos del rival, que generalmente no sabe que lo es. La insidia nace muchas veces de personas que ni conocemos, en su cabeza nuestros logros crecen por las noches y cuando llega la mañana lanzan la primera insidia. En Murcia lo frecuente es restar méritos por una supuesta fortuna familiar. Si se crea algo importante es que tenía dinero de familia. Hay aquí un ejemplo interesante. El torero Pepín Liria se jugaba la vida con los Miuras, lleva no sé cuantas cornadas y ha estado al borde de la muerte varias veces pero la parte subterránea y envidiosa de Murcia no le perdona que su valedor fuese su suegro, un hombre de notable fortuna.

Hay en este punto un elemento esencial para comprender la insidia y es que, para las personas de alma pobre, el éxito de otro evidencia el fracaso de uno.

No hay que ser importante para sufrirlas, hasta yo, que soy un mindundi, las padezco. A mis logros han achacado una fortuna de casa, un socio secreto y no sé cuantas cosas más, pero ni mis logros son tantos ni todo eso ha ocurrido. También me han llamado comunista, en la época en que Carolina y yo nos opusimos a la política absurda del consejero Cruz. El fin de esa insidia era liquidar nuestro mercado entre potenciales compradores conservadores. Tampoco era cierto, nunca fuimos comunistas. En este punto se produjo una obra maestra de la insidia en nuestras carnes. En 'La Razón', en el espacio en el que escribía entonces Cruz, apareció un artículo con el título 'El trabajo sucio de T20' en el que se nos acusaba de infinitas barbaridades y de ser comunistas. Iba firmado con el seudónimo 'Fres Cales'. No lo denunciamos, sentimos pena por el pobre personaje que lo escribió y pasamos a otra cosa. Alguien envió la columna a las oficinas de ARCO pidiendo que se expulsase a T20, nuestra galería, de la feria. Enmarcado tengo aquel fax.

A veces la insidia se descontrola como se descontrola la ira, el odio y la envidia.

Sin embargo la insidia, como buena enemiga de la verdad, se abraza a lo que le pueda servir y hace un par de años, tras escribir en este periódico una dura crítica al proyecto de privatizar el Muram de Cartagena cediéndolo para albergar una colección privada, un miembro de Ciudadanos de Cartagena me llamó en redes sociales «cachorro del PP». En un año pasé de ser comunista a cachorro del PP. Vaya máquina. También he sido fascista, pero eso parece ser muy común hoy.

Somos víctimas recurrentes de la insidia y el mensaje es que la insidia es dañina, afecta a la vida, pero nadie se come a nadie. La verdad prevalece y hay que resistir todos esos vicios del ser humano en carne propia porque es bueno: fortalece y nos prepara para los verdaderos golpes de la vida, que son, por supuesto, los que atañen a las personas que queremos.

Hoy voy a comprar una tarta en la confitería del principio. Y voy a celebrar las insidias que llevo resistidas y las próximas cien que están por venir.

Salud a todos.

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