Imagínese
APUNTES DESDE LA BASTILLA ·
Imagínese qué bella es Ucrania, con sus campos a rebosar de trigo, alimentando al mundo, con sus calles heladas en invierno, llenas de familias felicesImagínese que todo ha sido mentira. Una alucinación. Una sombra en el espejo que desaparece cuando la miramos de frente. Ahora que el año se ... nos ha escapado de las manos, figúrese que nada de esto ha ocurrido, que las miles de páginas que ha leído en el periódico son, en realidad, una suerte de género literario. Ficción para entretener los días y las noches. Un año compuesto de noticias falsas, de malas noticias que nunca se han producido. Titulares al borde de la desesperación borrados de un plumazo. No existen el vértigo ni la tristeza. 2022 ha sido un año entrañable, de esos que recordar para siempre. Tome esa idea prestada y represéntela en su cabeza. Una Belle Époque incuestionable. El inicio de una era brillante. La arcadia de nuestro presente. Imagínese lo dichosos que hemos sido durante todo este año con hechos que nunca han sucedido, con escenas que nunca hemos visto.
Es difícil sustraerse a la verdad, pero estamos en el filo de lo viejo y de lo nuevo. Leerá este artículo en las últimas horas del año o tal vez a la luz de otro. Allí, en la esquina del tiempo, cuando enero era un mes lejano, nos desprendíamos de la Covid como quien despierta de un mal sueño. La enfermedad hizo que el calendario perdiera su valor. Pasaban los meses pero todos eran iguales. Imagínese que en realidad fue una simple gripe y las mascarillas un complemento estético. Que no hubo muertes masivas y las pandemias recordaban un tema estudiado en historia, en un tiempo lejano. Nada de material presente. Los resfriados respondían a anécdotas de entretiempo y las listas de espera en los hospitales, en los centros de salud, eran atendidas a las pocas horas, con médicos felices y pacientes satisfechos.
Imagínese qué bella es Ucrania, con sus campos a rebosar de trigo, alimentando al mundo, con sus calles heladas en invierno, llenas de familias felices, rubios niños que buscan a Papá Noel en la barba de un pope ortodoxos. Imagínese que no hemos escuchado el nombre de Jerson, ni de Zaporiyia. Que nunca hemos visto los cadáveres tirados en una calle de Bucha, con un orden macabro, apilados, esperando una llamada celestial para levantarse. Imagínese, no sé, que Rusia sigue siendo el país de Dostoyevski, el de Bulgakov, que seguimos haciendo bromas sobre el vodka y que el ejército ruso es nombrado solamente para hablar de sus coros y sus elegantes vestidos. Es difícil, lo sé. ¿Cómo olvidar que existe Mariúpol, cómo abstraerse de una ciudad que hace justo un año cantaba villancicos y hoy se compone de escombros y carne putrefacta? Imagínese que no hay banderas azules y amarillas en los ayuntamientos de medio mundo porque Ucrania es un país más del este de Europa, y no la enajenación de un moribundo gerifalte ruso.
Hay tantas cosas que imaginar que siento pudor al enumerarlas todas. Pienso en San Agustín, que rodeado de bárbaros les dijo a sus feligreses que un mundo tenía que morir para que naciera otro. Algo tan hermoso como el final, con las palabras precisas. Imagínese sentirse orgulloso de nuestros políticos. Que Pedro Sánchez es un demócrata convencido, que utiliza la verdad como escudo de dignidad, que su palabra es transparente y su política planificada, más allá de la supervivencia extrema. Imagínese una oposición digna, centrada en mejorar la vida de la gente y no en ocupar la silla, como en el juego infantil. Un gobierno que no dependiese de partidos cuya esencia está en la división y en el clasismo. Imagínese qué felices seríamos los españoles con unas instituciones fuertes, que se respetasen, que protegiesen al ciudadano, con unos políticos que no utilizasen la justicia como arietes homéricos, sin poesía, claro, pero con la suciedad de todas las guerras.
Qué maravillosa sería nuestra tierra con una Asamblea que no pareciese un esperpento, que no avergonzara al ciudadano cada vez que abre el periódico. Imagínese contar con partidos fuertes, sin argucias maquiavélicas, sin divisiones camorristas. Qué satisfactorio sería tener una papeleta que introducir con orgullo en una urna. Que ningún murciano hubiese escuchado nunca el término anoxia, cuando se sumerge en las aguas del Mar Menor. Imagínese que esta patología fuera solamente el título del próximo libro de Miguel Ángel Hernández, y no la muerte en directo de un ecosistema. Imagínese un año compuesto solamente de noches como la de Carlos Alcaraz en Nueva York. Que la pelota nunca rodó en Qatar. Que en Irán las mujeres caminan por la calle con la melena al viento. Imagínese que Javier Marías no ha muerto. Que Pablo Milanés canta mañana 'El breve espacio en que no estás'. Imagínese que todo ha merecido la pena. Que empieza un año sin los vicios del anterior. Que fuese posible borrar las huellas de los días pasados.
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