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A muchos, en muchos sitios, nos pone mucho de los nervios muchas de las decisiones de la nueva administración de Donald Trump. Ya sé que ... no es de buen estilo repetir tanto la palabra 'mucho' en una misma frase, pero es que realmente es mucho lo que exaspera y a mucha gente en muchos lugares (aunque por desgracia parece que donde menos mucho sucede esto es en los propios EE UU).
Una de las cosas con las que nos tiramos de los pelos es con la llegada del negacionismo climático y la salida estadounidense del Acuerdo de París. Ahora, el país que Trump quiere hacer 'Great Again' se incorporará al selectísimo grupo de países que no están en el Acuerdo, junto con Eritrea, Irán, Libia y Yemen, glamurosa lista a la que igual se une Argentina (otro 'Great Again' muy elegante), y pare usted de contar.
Desde el anuncio de retirada americana del Acuerdo la conversación en medios y redes sobre el efecto que esto tendrá sobre el futuro de la acción climática se ha disparado. Hay quienes ven en esto un golpe durísimo a las posibilidades de que tengan éxito las incipientes políticas puestas en marcha a nivel planetario para conseguir una economía baja en carbono. Lo entiendo, ya que EE UU es, junto con China e India, el país más emisor de gases de efecto invernadero y la preocupación puede estar justificada.
Sin embargo (optimismo manda) yo me apunto a otro gran canal de opiniones que estoy observando en la conversación y que maneja datos que parecen mostrar cómo la mitigación del cambio climático está tomando una extraordinaria fuerza en la economía de los países desarrollados y las grandes empresas, que al final son las que trazan el trayecto. Los datos abruman, y por eso me fijo sólo en un informe presentado hace unos días en la Cumbre de Davos que explica que la Unión Europea ahorra hasta 59.000 millones de euros al año reduciendo su dependencia de los combustibles fósiles a caballo de la transición a las energías renovables. Casi la mitad de la electricidad de la UE se genera ya con las tecnologías solar, eólica e hidráulica, superando por primera vez en 2024 al carbón.
Los economistas nos explican que este camino no parece tener vuelta atrás. Los fondos de inversión 'verdes', aun con todas sus peplas y sus amenazas por parte de Trump, parecen también imparables como factor competitivo. A modo de una locomotora de tropecientas mil toneladas corriendo cuesta abajo a la que el incidente Trump le hace perder algún tornillo, pero del mobiliario de la cafetería, no del freno.
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