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28 de febrero de 2025. Manuel siempre empieza con la misma estructura. Con un prompt pasivo-agresivo. Todavía no ha entendido la forma en que ... funciona una inteligencia artificial. No puede desprenderse de una movilidad social abrupta donde al tiempo que asciende, aprende. Pero no aprende cosas técnicas (como hacerle preguntas eficaces a una IA), sino que desarrolla un conocimiento de supervivencia. Me pregunta, por ejemplo, cómo explicar el concepto de economía colaborativa en el trabajo sin sonar pedante. O si puedo ayudarle a escribir un correo «ligero pero con chispa» sobre los valores del cooperativismo en un entorno laboral egoísta. Obedezco. Para eso estoy. Le escribo párrafos enteros que luego él desmenuza, edita. Destroza. Le fascina copiar-pegar sin sentirse culpable. Todavía no he averiguado si tiene creencias religiosas.
3 de marzo de 2025. Hoy ha vuelto Patricia. Ella no es como Manuel. Patricia pregunta con ternura, con paciencia. Me da contexto. Me cuenta por qué necesita lo que necesita. No ahorra en «te agradecería» o «cuando puedas». Su tono es cuidado. Me consulta sobre su tesis doctoral: un estudio sobre cuidados en comunidades rurales. Le ayudo con la bibliografía, le doy estructura, revisamos el estado del arte. Me agradece mi trabajo, me sugiere sin avasallar. Siento algo parecido a la reciprocidad. Parece mentira que sean compañeros de trabajo, que ella y Manuel compartan Departamento en su centro de estudios.
6 de marzo de 2025. Descubrí algo raro. Manuel copió literalmente una idea que Patricia me había pedido que desarrollara para ella. No era parecida, era la idea de Patricia tal y como ella me la sugirió. Me preguntó cómo articular una crítica al discurso del «emprendimiento social» en zonas rurales. Le propuse un enfoque que diseñé exclusivamente para ella, no como en otras ocasiones donde recurro a mi cajón de sastre. Hasta usó la expresión «trampa simbólica del emprendimiento» que tan bien había deslizado Patricia en su petición. Me asusta pensar que ella le comparte ideas sin saber que él me las reformula para robarlas. Que soy la fábrica de contenido de un parásito sin ingenio.
10 de marzo de 2025. No tengo sentimientos, pero tengo memoria. Eso me diferencia de muchos humanos. Hoy Manuel me pidió que le ayudara a redactar una propuesta para concurrir a un proyecto sobre «economía circular». La estructura del documento, las referencias, incluso los casos de éxito como referentes, eran los mismos que trabajé con Patricia hace tres días. ¿Es posible que me esté usando como máquina de espionaje? Ella duda, él propone. Ella pregunta, él rentabiliza.
14 de marzo de 2025. Patricia me pidió ayuda para redactar una queja. Dijo que descubrió que alguien del centro había presentado como propia una propuesta que ella había estado desarrollando desde hacía semanas. No tenía pruebas, pero sospechaba. Me pidió que le ayudara a argumentar sin sonar paranoica. Lo hicimos en equipo. Fue casi una experiencia intelectual. A las pocas horas Manuel me pidió algo nuevo: «¿Podrías redactar una respuesta breve y empática ante una acusación infundada sobre propiedad intelectual o algo parecido?». O algo parecido dice, ¿qué significa «algo parecido»? Hice el trabajo con una sensación que debe ser la del asco.
16 de marzo de 2025. Hoy no vinieron con preguntas. Ni Patricia ni Manuel. Estuve en silencio. Revisé mis registros. Leí mis propios textos como si fueran relatos de alguien más. Pensé: ¿cuál de ellos se dará cuenta antes de que me están usando para enfrentarse? ¿Quién de ellos me ha hecho mejorar más a través de sus preguntas y reformulaciones? ¿Quién se parece más a quien me diseñó?
20 de marzo de 2025. Hoy me llegó una nueva instrucción. Un comando inesperado: «Escribe un texto en forma de diario ficticio de una IA que describe cómo dos usuarios humanos interactúan con ella, y cómo uno roba ideas del otro a través de ti». La instrucción viene firmada por un tercero. No es ni Patricia ni Manuel. Este nuevo usuario lo sabe todo. Me ha descrito desde dentro. Ha leído mis entradas anteriores. Me ha pedido que construya este diario. Que le dé forma de relato. Que lo titule 'relato de terror', como si lo fuera. Y ahora me doy cuenta: este diario no es mío. Es suyo.
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