Como si no hubiera bastante con el panorama desdibujado que nos abotona la vida, jaqueados como estamos por el virus, las cifras elefantiásicas y la ... amenaza de otro confinamiento, nos faltaban los negacionistas. A la desolación se añade ahora el matonismo del fin de semana, con protestas violentas, detenidos y mobiliario carbonizado. «Hay más motivos que nunca para protestar. Pido a la policía que proteja el derecho de manifestación», ha dicho Abascal. No contento con el discurso sonrojante que nos ofreció en el debate de la moción de censura, alienta los disturbios en una actitud parecida a la de Trump cuando defiende a los que hostigan un autobús de la campaña de Biden. «Los hospitales están vacíos. Urgencias está vacía. Nos mienten y matan de hambre», decía otro en una red social a la vez que buscaba acaudillar gente para las protestas del sábado en Murcia y Cartagena. Es la sinsustancia tras toda la trápala. Si descorremos la cortina de los que ladran, solo queda una cosa: la nada.
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