Estrellas
LA ISLA ·
Crucificadas a menudo por su divinismo, asombra cómo aguantan la presión en momentos estelaresEstrellas del deporte, un tema del que me gusta escribir por la devoción que despiertan pese a las contradicciones que encierran. A menudo crucificadas por ... su arrogancia y divinismo, también son admirables por su destreza, pero, sobre todo, por la enorme capacidad que tienen de aguantar el aguijón de una presión tremenda en momentos cumbre. No hay mejor sensor para distinguir a una estrella de quien no lo es. Miren a Alcaraz en París, sin ir más lejos. Yo no podría dormir con todas las miradas puestas en mí, pero él tiene que hacerlo. Y es que se puede ser un portento, pero para consagrarse hay que demostrarlo en los grandes escenarios. Ya se lo dijo June Mansfield a Henry Miller antes de dar el salto a Europa: «Si quieres ser escritor tendrás que ir a París». «¿Por qué?», le preguntó él. Estamos en los 20 del siglo pasado, siendo París la meca de todo aquel que quiere ser alguien, así que ella no dudó en responderle: «Porque es allí donde los artistas se convierten en artistas».
¿Y qué tienen las estrellas para 'imantar' todas las miradas? Quizá la clave esté en eso que apunta George Clooney sobre los niños en 'Up in the air': ellos no admiran a sus ídolos porque se tiren a muchas modelos, dice, eso son los adultos, sino porque persiguen sus sueños.
Lo cierto es que estoy convencido de que a un deporte lo hacen sus estrellas, no el juego en sí. Algunos no estarán de acuerdo, pero vean 'El último baile', donde cuentan que el pabellón de los Bulls era un páramo antes de Michael Jordan. Tras la eclosión de la estrella, era difícil encontrar un hueco.
Finalmente, aquello que despiertan tiene que ver también con la sinrazón y el sentimiento. Lo pudimos ver con el desafuero vivido en torno a Maradona, pese a todos sus descarríos. A su muerte en Buenos Aires, una cáfila de seguidores rotos lo siguieron locos y ciegos. Uno de ellos llegó a decir que le daba más pena su muerte que el día que murió su madre. Sí, un desvarío, pero los que no entienden el porqué de ese fervor tienen que saber que no amaban a Maradona –y aquí se diferencia de Messi– por ser muy bueno, que también, sino por ser muy bueno y haber salido de donde ellos. Hacía mucho que el astro no respiraba entre paredes de chapa y pisos sin asfalto, pero es lo que tiene la locura. Nadie convencerá de lo contrario a sus fieles: uno de los nuestros, pensaban entonces y pensarán siempre.
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