Dorian Gray en La Moncloa
APUNTES DESDE LA BASTILLA ·
España aspira a convertirse en un reflejo distorsionado de Sánchez, como los del callejón del Gato en 'Luces de bohemia'Pedro Sánchez observa su rostro en el espejo. Lo hace a menudo, cuando nadie lo ve. Recuerda que hace un lustro delante de ese espejo ... se comprometió a vender su alma, pero no ante el diablo. Eso hubiese sido demasiado barato. Sánchez aspira a la totalidad. Su venta fue al por mayor, a todos los partidos cuyo ideal sea acabar con esta España constitucional. Es una venta multitudinaria, un 'marche aux puces' de domingo, un rastro madrileño, una feria de las vanidades. Solamente ante el espejo recupera su verdadero ser, atrapado en el cristal, como un Dorian Gray moderno. Se observa unos minutos y sale por la puerta un simulacro de rostro, más perfecto. Limpio de moral, se dispone a gobernar como si España fuese su reflejo extendido.
Los grandes politólogos del país están muy preocupados por la moderación en la derecha. Es el anatema. A cada afrenta del Gobierno proclaman la radicalidad de un Feijóo que, en ocasiones, no habla por no molestar. Que salen violadores de la cárcel: moderación. Que se rebaja el delito de sedición a voluntad rupturista: moderación. Y que nadie se tuerza del camino, esta senda espinosa, exigente, cuesta arriba para los intereses de la decencia. El extremo lo decide Sánchez. Él marca la línea. Que hace tres años esa raya estuviese a kilómetros de Bildu y ERC y hoy los incluya en el lado bueno de la historia no es cabalgar contradicciones, sino los coletazos del último fascista con acento gallego.
La realidad, sin embargo, es una piedra en el zapato, cuando no atada al cuello. Pocas piedras son capaces de romper el espejo de La Moncloa. Pasan los meses y este sigue ofreciendo un rostro cargado de mentiras. Tanto que está a punto de desbordarse. Estas últimas dos semanas han supuesto la culminación del sanchismo como doctrina histórica. Lo que ha pretendido el presidente es volatilizar la verdad. Sánchez ha conseguido no solamente que el espejo en el que se mira le devuelva solo la imagen que el quiere ver, sino que millones de españoles se miren en el mismo reflejo. Ahí quedan retratados el abuso de poder, el desmantelamiento de los poderes del Estado y el mercadeo de la democracia, fraccionada ya en naufragios. Y ahí está su ejército, dispuesto a pervertir titulares, a mantener una guerra contra la realidad y a señalar, por supuesto, que el mal no está en el hombre que se mira al espejo, sino en el que señala con el dedo al Dorian Gray de La Moncloa.
Solo con esta fórmula se explica que no sepamos aún los centenares de muertos de la valla de Melilla, tras meses de mentiras. El Gobierno que inició su camino acogiendo en el puerto de Valencia al 'Aquarius' terminará su recorrido silenciando unos cuerpos anónimos en una fosa común. Ese mismo que invocó la rebelión para los condenados catalanes, ahora poda el Código Penal de rosas, con el susurro de los del lazo amarillo. Este acto mísero de reescribir la historia pasa por rebajar un golpe contra la Constitución a un simple altercado urbano. Un movimiento que responde no a un argumentario ideológico, sino a la necesidad de seguir manteniendo el espejo en La Moncloa, borrando las cicatrices de un rostro alimentado por la mentira. Muchos se prestarán a darle tinta y papel en blanco en este empeño por cambiar el pasado, a falta de poder mejorar el presente.
Mientras, el rostro del espejo se parece cada vez más a Vigo, el rey de los Cárpatos que aterrorizaba a los visitantes del museo en los 'Cazafantasmas II'. Se ultima la reforma del delito de malversación con la pasmosa sinceridad de que será ERC la que ponga el sentido y el coto a la modificación. Un partido cuyo ideario es desmantelar el orden constitucional es el encargado de retocar esta Carta Magna a la que ya no le caben más arremetidas. El condenado eligiendo su pena. Metros y metros de espejo para poder mirar su rostro entero. Y así pasan los días de estas semanas gloriosas para el sanchismo. Condenados por delitos sexuales que ven reducida su pena, en la vanguardia del Gobierno más feminista de la historia, que en lugar de reflexionar sobre el caos, pinta a la judicatura caminando sobre Roma, como los camisas negras de Mussolini.
España aspira a convertirse en un reflejo distorsionado de Sánchez, como los del callejón del Gato en 'Luces de bohemia'. Al final de la escapada continua anuncian que a la Guardia Civil se le va expulsando de Navarra, a petición de Bildu. «Pidan y se les dará». El partido en el que se refugiaron los que asesinaban a guardias civiles (y a políticos del PSOE) exige y Sánchez concede. Frente a su espejo cabe todo. Los que eran malos serán buenos y a los que señalen el mal se les llamará perversos. Y si alguien se atreve a romper el espejo, siete años de condena.
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