Dejarse la piel
España está llena de Tonis Cantó de la vida gritándolo, pero, a poco que rascas, la única piel que lo está pasando mal ahí es la de sus sillones de diseño
Aveces, para quitarme un poco el estigma de gafapasta de libro que me aqueja, me hago el futbolero. Veo los partidos de la Roja, comento ... alguna cosa, le copio expresiones a los locutores. Doy poco el pego y algo de grima, la verdad, sobre todo porque no puedo evitar ponerme a analizar a continuación las frases hechas del deporte rey: piscinazo, pedir el VAR, pase de la muerte, Special One, cantada o Hulio. Normalmente acabo pidiéndole a quien tenga al lado información lexicográfica: ¿qué son las 'camachetinas'?, por ejemplo. Lo que mata, claro, toda la diversión. Me suelen dejar solo, viendo el fútbol, las cosas como son. Pero que me da igual, eh. Prefiero las bibliotecas. Ejem.
Hay una expresión, sin embargo, que me repatea. Dejarse la piel. Gracias a mis pesquisas he descubierto que viene del fútbol callejero o de descampado, cuando el exceso de entusiasmo del portero le llevaba a lanzarse a por el balón como quien pisa césped, dejándose un roal de pellejo en la operación. Las cosas de traer al secano deportes de hierba. Otro día hablaremos de golf, pero hoy nos quedamos con el desagrado, el profundo asco que me produce eso de dejarse la piel, que ya hace tiempo que saltó del léxico deportivo al genérico de la mano de nuestra curiosa ética neoliberal.
¿Pero y por qué me da asco? Bueno, en primer lugar por su significado literal. La gente sin piel es como fea y da miedo. Esto es así aquí y en Elm Street. Y luego por el figurado. ¿Por qué diablos es positivo 'dejarse la piel', en cualquier empeño? ¿'Sudar la camiseta' no era ya bastante repulsivo? ¿O 'batirse el cobre'? Pues no. Por lo que sea, nuestra sociedad ha considerado que sudar la camiseta no es suficiente. Que es como de funcionarios. Que así no vamos a poder competir con los chinos. Y ya ahí le hemos metido gore. Dejarse la piel. Es bien. Y vale para todo. No hay fichaje que no prometa dejársela toda en la próxima temporada, claro. Pero es que te metes a LinkedIn y ahí están: directivos en paro que dicen lo mismo. Políticos, por supuesto. Altos cargos con chiringuito nuevo: prometen dejarse la piel, hasta la de la cara, que tú creías que era cemento armao, pero no. Bios de tinder. Personas con ganas de dejarse la piel para darte en el gusto. Ay mira no sé. Mis parafilias son más sencillicas. Casi nunca necesitan betadine.
España está llena de Tonis Cantó de la vida gritando que se están dejando la piel, pero, a poco que rascas, la única piel que lo está pasando mal ahí es la de sus sillones de diseño. Yo ya como que desconfío. Si presumen de que les encanta frotarse todo el cuerpo con una lija de 40, hay bastantes posibilidades de que su auténtico objetivo en la vida sea dirigir la Oficina del Español de la Comunidad de Madrid, donde el verdadero despellejado es el contribuyente madrileño a razón de 75.000 euros al año. Que es una cantidad muy parecida a la que se llevan en Murcia nuestros consejeros tránsfugas o nuestro presidente de la Asamblea, también muy de la frasecica. Dejarse la piel, por lo que sea, viste. Pero ya me lo enseñó mi abuela: dime de qué presumes y te diré de lo que careces.
Este año y medio largo (larguísimo) de pandemia hemos visto, por contra, a demasiada gente dar todo de sí en su puesto de trabajo. Por responsabilidad, por compromiso, por decencia. Adivinad qué: ninguno de ellos es Toni Cantó, cuyo mayor mérito en esta temporada ha sido abandonar a los suyos una vez más (ya la cuenta la hemos perdido) para buscarse un chiringuito mejor. Transportistas, trabajadores del campo, empleados de supermercado, de limpieza, personal sanitario, profesores o cuidadores de personas mayores, entre otros currantes 'esenciales' de quienes ya no nos acordamos mucho, pero que mantuvieron vivo el país cuando más oscuro estaba, y que nunca dicen la chorrada esa de dejarse la piel, porque saben de lo que hablan.
Y ya que estamos hablando de piel, habría que añadir que, de todos esos trabajadores esenciales, quienes ocupan los puestos más duros son los que la tienen distinta. Ojo porque viene el doble tirabuzón: los discriminamos por su piel y a continuación les exigimos dejársela en el tajo. Cómo olvidarnos de Eleazar Blandón, de Younes Bilal, de todas esas personas que vinieron de lejos para mover nuestra agricultura. Ojalá nadie más tenga que dejarse la piel o sufra en nuestra querida Región miedo, explotación o xenofobia. He ahí una causa por la que sudar la camiseta. Fichados quedáis, gente bonica.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión