'Deepfake'
La gran falsificación de hoy no necesita tecnología ni métodos sofisticados
No paramos de aprender palabras nuevas. Una a la que deberíamos ir acostumbrándonos ya, porque ha venido para quedarse, es 'deepfake', que alude a un tipo de vídeo que vamos a hartarnos de ver. El término proviene de la fusión del concepto 'deep learning', que es una técnica de inteligencia artificial sin supervisión humana, y la mucho más popular 'fake', que significa falso. Puede que algunos lectores no tengan claro todavía lo que es un 'deepfake', pero apuesto a que ya han visto más de uno. Se trata de un tipo de vídeo en el que, gracias a la tecnología, se sustituyen las caras de los protagonistas por las de otras personas con un resultado asombrosamente realista. Uno de los más recientes, y muy celebrado, fue el del 'Equipo E', una parodia en clave electoral en la que las facciones de Casado, Rivera, Sánchez y Abascal aparecen incrustadas en los cuerpos de los forajidos de la tele Hannibal, Murdock, Templeton Peck y M. A. Mientras que Iglesias se mueve en el físico de la periodista que los acompaña.
El 'deepfake' ha pasado, en poco más de dos años, de ser una tecnología exclusiva y reservada a expertos y grandes estudios de Hollywood, a democratizarse y convertirse en una herramienta al servicio de la comedia, el 'show' televisivo o fines más perversos, como hacer protagonista de un vídeo sexual a quien no desea serlo o manipular un fragmento de discurso para hacer a alguien decir lo que nunca ha dicho.
Tarde o temprano llegará el momento en el que esta tecnología se perfeccione tanto que no podamos distinguir sus resultados de la realidad. Cualquiera podrá hacernos llegar entonces un vídeo en el que un político realice unas declaraciones o protagonice unos hechos ajenos a su persona. Va a ser un reto para todos -medios y ciudadanos- protegernos de esta manipulación tan sofisticada.
De momento, lucharemos contra engaños más rudimentarios. Si echo la vista atrás, veo a una de las caras de Pablo Casado proclamando medidas de derecha dura en abril mientras otra -con barba- decía cosas mucho más moderadas en noviembre. Veo a todos los Pedros Sánchez y a todos los Pablos Iglesias -que no son pocos-, y veo a Santiago Abascal girando hacia las políticas sociales repentinamente, o a Arrimadas diciendo que «24 años de PP en Murcia son muchos», para luego mantener la sonrisa mientras su partido firma cogobernar con los populares. Ese es hoy nuestro peor enemigo. La gran falsificación actual no es la de la cara, sino la del discurso.