Hay muchas cosas por las que merece la pena vivir. Una canción de Ella Fitzgerald, las pelis de Sorrentino, los libros de Pierre Lemaitre, que ... acabe el año y descubras que Woody Allen sigue en pie, cualquier vino de Abel Mendoza (esto último por bajar a la tierra un poco). Y de todo pienso seguir disfrutando mientras esté entero. Eso sí, el día que la salud me haga un corte de mangas y el techo de la vida se me empiece a destejar por alguna enfermedad aciaga, ese día me gustaría poder elegir si quiero morir o seguir viviendo, pese a quienes creen que es mejor sufrir atendiendo a un supuesto derecho a la vida que deciden otros. No. Mi casa es del banco y mi salud, como la lotería de hoy, es un poco cosa de la suerte, pero mi vida es mía. Así que bienvenida la nueva ley sobre eutanasia. Lo siento por los antañones, los que quieren decidir qué está bien y qué no en función de una moral que dicen de todos, pero es suya. Si quieren sufrir, que lo hagan ellos, pero, por favor, que no decidan por mí.
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