'Dalteonismo'
ESPEJISMOS ·
Feijóo será presidente tras una operación relámpago de acoso y derribo que nos ha recordado más a la boda roja de 'Juego de Tronos' que a un proceso democráticoDe joven hice de todo, puse copas, pinché discos, serví banquetes, repartí publicidad. Lo que me iba saliendo para pagarme los libros, como cualquier zagal ... universitario de clase trabajadora. Pero estuve también unos años a sueldo de esa conocida familia murciana de empresarios del juego: dando cambio en una sala de tragaperras, tirando bolas en el casino o incluso gestionando casas de apuestas. No sé si tenía otras opciones laborales, pero ojalá no lo hubiese hecho. Sonreírle a gente que se está arruinando la vida frente a ti te hace sentir cómplice quieras o no. Hay quien pierde la empresa, quien se endeuda hasta las trancas, quien se deja la nómina recién cobrada, pero lo más perturbador era ver entrar a gente joven. Verlos irse pelados en media hora era malo. Verlos emocionándose al ganar algo era peor, porque sabías que así es como se enganchan. Una vez, a un chaval que acumuló un dinerillo con una buena racha y se preguntaba «¿y ahora qué hago?», mi jefe de mesa y yo le dijimos en susurros, para que no nos oyera el director: «ahora cambia, vete y no vuelvas».
Algo de ese subidón juvenil, de esa actitud de súbito amo del mundo había en las maneras de Teodoro García Egea desde su ascenso a la cúpula del PP. Suele pasar cuando ganas mucho nada más llegar al casino: camelarte a unos interinos Rivera o Hervías, que ya venían vendidos de casa, para que te facilitasen poder autonómico; sacar a Cayetana; colocar a este o aquel en la provincia equis; y lo más espectacular: parar la moción de censura contra tu compadre Miras manipulando el voto de Isabel Franco, Francisco Álvarez y Valle Miguélez. En la cresta de la ola (y de la adrenalina), Teo se volvió a Madrid, no sin antes subir a redes una foto de unas marineras que se iba a comer, dedicándoselas a Sánchez. No hay croupier en el mundo que al ver eso no te diga: «ya verás, este se engancha».
Vaya si se enganchó. Con la pandemia cronificándose, la incertidumbre económica y la inflación, el PP empezó a subir en las encuestas, pero la figura emergente de la díscola presidenta autonómica Isabel Díaz Ayuso ensombrecía la de Casado. Teo pasó el resto del año enfrascado en la Comunidad de Madrid, tratando de pararla. En el partido empezaron a surgir voces molestas con el secretario general, a quien acusaban de abusar del juego sucio. «Olivica comía, huesecico al suelo», decía mi abuela, dándome a mí la oportunidad de colar ahora –tantos años después– un chiste fácil sobre nuestro hombre, poco amigo de dejar pasar ocasiones oliváceas. Va el segundo chiste fácil: las líneas rojas que deberían marcar la actividad parlamentaria (el pacto antitransfuguismo, por ejemplo, o evitar recompensar con consejerías autonómicas a incompetentes –si paga traidores, no es Roma–, o que no te vean tratando de bloquear fondos europeos, o la sana costumbre de no espiar a los compañeros) han sido para Teo más bien verdes, una patología esta –la de confundir voluntariamente los colores– que podemos llamar 'dalteonismo'. Perdonadme, de verdad.
Luego llegaron los grandes fracasos. A partir de otoño era evidente que el Gobierno no las tenía todas consigo para el refrendo de la reforma laboral, pero unos Casado y García Gea encantados de conocerse renunciaron a dar la batalla en los despachos de los grupos parlamentarios minoritarios para lograr tumbarla (y con ella al Gobierno). Prefirieron dedicarse a planear una 'Operación Barbarroja' llena de injustificables adelantos electorales para eclipsar a Ayuso, mantener a raya a Vox y tomar La Moncloa. En su cabeza sonaba espectacular, pero el bochorno de la RL y el desastre del 13-F dejaron a nuestros prohombres colgando de un hilo: el momento perfecto (en la mente de Teo) para doblar la martingala e intentar tumbar a la archienemiga interna desvelando su corrupción. Sale mal.
Teo se va, pero me temo que el 'dalteonismo' seguirá, firmemente instalado en un partido que da por bueno el feo, feísimo asunto del hermano de Ayuso, que no ve nada raro en instrumentalizar medios de comunicación afines contra la dirección de tu propio partido o hasta calentar la calle Génova. El próximo presidente, Núñez Feijóo, lo será tras una operación relámpago de acoso y derribo que nos ha recordado más a la boda roja de 'Juego de Tronos' que a un proceso democrático en el seno de una organización sin otro objetivo declarado que ese: la democracia. ¿Cómo vender lo que uno no practica? ¿Cómo confiar en la lealtad de personas como Paco Bernabé, que en cuestión de tres días ha borrado a Teo hasta de la foto de portada de su Twitter? ¿Qué os está diciendo ese semáforo, PP?
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