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Uno, dos, cuatro' canta en español el grupo cómico representante de Rusia en Eurovisión. Un divertimento esperpéntico, superfluo con baile hipnótico y ritmo pegadizo, correoso. Lástima que la pandemia nos haya privado de la reedición de aquella broma de Buenafuente que nos representó en el certamen eurovisivo en 2008, Chikilicuatre. Un rockabilly trasnochado, guitarra de juguete en ristre, marcando pasos absurdos de un obsesivo reggaeton que se convirtió en expresión de un país que se tomaba a sí mismo a broma frente a Europa, ignorando lo que le venía encima. El humor como anestesia.

Mientras la ópera bufa sucedía de puertas afuera, el bipartidismo seguía marcando la agenda política de dentro. Instalados en la inmadurez democrática, nuestra democracia creció como adolescente de forma grotesca con desafinados gallos y aquejada de preocupante acné. Así, el incipiente pluralismo político no se convirtió en madurez de confrontación de ideas ni en construcción del Estado sobre principios racionales. Al revés, cada cual parapetado en su trinchera ideológica, dispara su relato como proyectil donde todo vale, incluyendo la deslealtad institucional, y donde los mutantes principios sirven como fines de los cambiantes relatos.

Del asfixiante bipartidismo saltamos al 'bispartidismo' bronco pasando por una flagrante intromisión profesional en la comedia. A partir de Chikilicuatre, los gabinetes de comunicación debieron asumir que lo cómico no era una baza para desdeñar en política. Poco a poco, los «para follar» y «la tierra es del viento» de ZP, la conjunción planetaria de Pajín, la retórica socarrona y citas de orden rocambolesco de Rajoy y demás lindezas hilarantes fueron copando titulares. El 'brikindans' y el 'maiquelyason' mutó en impresoras a lo Rufián, vociferantes discursos faltones y sobreactuadas escenificaciones. Que tanto sarao hasta tiene su aquel, pero con una pandemia y crisis en ciernes, maldita gracia tiene. Mientras Europa confía su reconstrucción a expertos y académicos solventes, aquí se monta un circo de comisión sin sustancia dinamitada desde el minuto cero con cierre de puerta guerracivilista y referencias pirómanas. Como latinos, pasamos rápido de la comedia a la tragedia y de la risa al puñal. Según convenga al relato del partido del Gobierno u oposición de cada Administración, se echa en cara los muertos, se desprestigia a magistrados o fuerzas de seguridad. Pero, además, en este frentismo se añaden los puñales internos. Notas internas, 'offtherecords' y demás cremas faciales siempre son fuego amigo.

Y todo este sarao nos pilla pidiendo dinero a Europa ante un agujero que amenaza tragarnos. Sinceramente, era más barato reír con aquel Chikilicuatre que confinaba lo cómico solo a Eurovisión mientras se preservaba el respeto a nuestras instituciones. Doce años más tarde, al menos podemos reírnos con unos rusos que al menos tienen gracia. Y en español. 'Uno, dos, cuatro'.

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