24.7
Este siglo nos lleva a estar dispuestos 24.7 para lo que se tercie
La primera vez que oí eso de 24.7 fue a Cayetana Guillén Cuervo cuando, en una de las actividades organizadas por la Academia de ... las Artes Escénicas, dijo que los miembros de su Junta Directiva trabajábamos 'gratis et amore' 24.7. Lo que quería decir es que no teníamos horario para hacer cosas o, mejor dicho, que hacíamos tantas cosas que nos faltaban horas. Me hizo gracia. No he utilizado demasiado eso de 24.7 porque me da un poco de apuro decir que, no pocas veces, he utilizado sábados y domingos para acabar un artículo, corregir pruebas, preparar una reunión o para hacer llamadas urgentes. Además, quienes hemos trabajado en la Universidad, estamos más o menos acostumbrados a practicar el 24.7, bien sea para leer una tesis, terminar de redactar un capítulo para el homenaje a un colega, o sencillamente para prepararte las clases. No quiere eso decir que siempre sea así, que siempre tengas artículos por terminar, clases por preparar o reuniones por planificar. Pero el trabajo de la docencia, en cualquier nivel, es (casi) de 24.7... si uno quiere. También hay que decir que quien lo prefiera, se puede escaquear todas las veces que lo desee. Como en otras profesiones.
Creo que 24.7 es un concepto propio de la modernidad. Y de empresas que pueden organizar tres turnos de trabajo sin problema. Algo acorde con el siglo XXI, ya que, en el anterior, o mejor, cuando Franco (que parece volver a estar de moda por razones que no vienen al caso), eso de trabajar los domingos era pecado. Contradecía la máxima bíblica de que tales días son para descansar, en el cristianismo, como en otras religiones son viernes o sábado. Nuestros vecinos árabes, cuando los hemos visitado, comprobamos que pecaban, pues venden lo que sea el día que sea. En España, desde el fin de la guerra civil, el descanso dominical era sagrado. Y las fiestas de guardar. El pan se compraba doble las vísperas de fiestas. Zapaterías, tiendas de ropa, peluquerías, mercados... cerraban sí o sí. Pobre del que no lo hacía. Tenía que confesarse aunque, todo hay que decirlo, era pecado venial. Los bares se escapaban de esa norma, pues los domingos, aunque algunos cerraban, podías tomarte el aperitivo o merendar en muchos sitios. Hasta en los periódicos no se trabajaba los domingos: algunos voluntarios hacían esos días la 'Hoja del Lunes', recordarán los viejos del lugar. Ahora caigo que camareros y periodistas debían de tener alguna especie de bula para evitar el paso por el confesionario. Y ahora caigo también, que los curas sí que trabajaban 24.7, imagino que por exigencias del cargo. Y los actores y actrices trabajaban asimismo los domingos. Claro que estos viven en el pecado eterno.
Cuando viajabas fuera, sobre todo, si cruzabas el Atlántico, te llamaba la atención que esa máxima del descanso semanal no se cumpliera. En Estados Unidos había prensa todos los días, podías comprar a cualquier hora lo que fuera en los grandes 'stores', y en los pequeños, y por supuesto ibas a restaurantes cuando quisieras. Nos llamaba la atención, pero no reparábamos en que era imposible que a todos los americanos les esperara el fuego eterno por no hacer el descanso semanal. Lo normal era el 24.7, con sus correspondientes turnos, como digo, no es que estuvieran trabajando todas las horas del día.
Y la moda, o la costumbre, llegó a la piel de toro. Recuerdo en mi mocedad que, en Madrid, abrieron los 'drugstore', boticas con cafetería y librería que no cerraban por la noche. Fueron recibidos con alborozo, sobre todo por los noctámbulos. Bastaba aguantar hasta la medianoche, ¡para leer el periódico del día siguiente! Los teatreros tenían el morbo de poder ojear la crítica de una obra a las pocas horas de estrenarse. Trabajaban 24.7. No tardó mucho en pasar la fórmula a otros establecimientos.
Todo esto surge ahora por la proliferación de supermercados que no cierran los domingos, cosa que viene muy bien al personal habida cuenta su aceptación. Si a usted le faltan un par de tomates para la ensalada, alguna lechuga o pepino, o se le ha olvidado comprar salmón o unas chuletas, no se preocupe. A pocos metros de su casa encontrará una tienda que tiene de todo; eso sí, tómeselo con calma porque las colas para pagar son considerables. No todas esas tiendas están abiertas las veinticuatro horas del día, pero todo llegará. Este siglo nos lleva a estar dispuestos 24.7 para lo que se tercie.
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