Tretas bancarias
Un buen día por la mañana, recibo una llamada telefónica del empleado de una sucursal bancaria con la que opero habitualmente y me dice: «Buenos días, lo llamo porque necesitamos que pase por la oficina para revisar sus datos, ya que ha pasado mucho tiempo desde que los registramos y necesitamos actualizarlos para cumplir con lo que nos pide la Ley Orgánica de Protección de datos»
Un buen día por la mañana, recibo una llamada telefónica del empleado de una sucursal bancaria con la que opero habitualmente y me dice: «Buenos ... días, lo llamo porque necesitamos que pase por la oficina para revisar sus datos, ya que ha pasado mucho tiempo desde que los registramos y necesitamos actualizarlos para cumplir con lo que nos pide la Ley Orgánica de Protección de datos». Le repliqué que habitualmente no paso por la oficina, ya que me muevo muy bien con las nuevas tecnologías y hago todas mis operaciones a través de la web y 'app' de la entidad. Me insiste en que no puede ser, ya que por razones que ignoro, ambas plataformas no permiten realizar este trámite, por lo que me debe dar cita con la nueva directora de la sucursal.
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Me persono en la sucursal a la hora indicada y me llevan a la sala de espera. Tras esperar un cuarto de hora me pasan al despacho y esa nueva directora me saluda efusivamente. Empieza tuteándome y me dice que ya tiene listo el documento con mis datos personales. Lo reviso, veo que todo es correcto, que no hay que recoger cambios y procedo a firmarlo. Tras este trámite (que no duró mas allá de un minuto) sigue diciéndome que, si no tengo prisa, quiere hablarme de un 'maravilloso' seguro de vida que tiene el banco. De modo inmediato le muestro mi contrariedad y le digo que no me parece nada bien que, con la burda excusa de actualizar unos datos, me haya obligado a venir aquí para ofrecerme una póliza. Le añado que yo vengo del mundo asegurador, y que en el mercado hay productos más interesantes y rentables que el que se me ofrece. Ya antes cometí el error de confiar en el anterior director y suscribí dos fondos de inversión. Hoy, las pérdidas andan por el 10% anual.
Sé que a los empleados de las sucursales les ponen objetivos para suscribir productos bancarios y en razón a estos dirigen su actividad comercial. ¿Pero qué pasa con los incautos clientes que no tienen formación financiera? Pues lo que pasa es que pican en el anzuelo, como sucedió con las preferentes. Lo que es una realidad es que las personas mayores sufrimos las consecuencias de una burocracia bancaria que nos obliga a pedir cita para ser atendidos, a lo que se añaden las malas prácticas que se han instalado en el oligopolio bancario bajo el que vivimos.
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