La senda de la concordia

JUAN JOSÉ RUIZ MOÑINO

Martes, 7 de diciembre 2021, 08:58

Cuando los padres de la patria alumbraron la Constitución de Cádiz de 1812, supieron levantar sobre la base de un país milenario una democracia donde ... los españoles pasarían de la condición de súbditos a la de sujetos, depositarios de plena ciudadanía. Y todo ello bajo la forma de un parlamentarismo con corona que otorgaba dignidad y libertades a los habitantes de un terruño sacudido en numerosas etapas de su historia por el cainismo, ese síndrome autodestructivo y maniqueo de los 'buenos' y los 'malos'.

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Conseguir esa envidiada obra de arquitectura cívica daba a los españoles la oportunidad de pensar, decir y escribir lo que les apeteciera y, a pesar de asonadas cuarteleras, invasiones, revoluciones, experimentos de cantonalismo de campanario o federalismo llevado a la máxima potencia, carlistadas, guerras civiles y otras tentativas apasionadas de tirarse al monte o, mejor dicho, al precipicio, la democracia como sentimiento, emoción e intensidad ciudadana nunca fenecería en nuestro país.

Con la Transición, admirada por el mundo entero, la libertad sería colocada en primerísimo plano en una operación, hecha además en tiempo récord, de andamiaje de concordia y convivencia al que daría cuerpo y legitimidad la vigente Constitución de 1978. Esa Carta Magna que ahora los independentistas de ERC, Bildu, Junts, la CUP y demás ralea antiespañola tachan estos días de «agotada» y de «violentar derechos democráticos».

Pese a los zarpazos saboteadores del separatismo etarra con reguero de muerte y de grupúsculos de ideologías totalitarias y, por eso, trasnochadas, el régimen de la Transición que hoy disfrutamos supo trazar el camino de la reconciliación, la libertad sin ira, la reforma pacífica. El camino de dejar atrás los maximalismos letales, vinieran de donde vinieran.

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España se ha ganado a pulso esta democracia con honores de la que todos los ciudadanos somos titulares de pleno derecho. Ningún populismo ni demagogia barata ni un enfrentamiento visceral o salto al vacío nos van a privar del mayor valor para un pueblo. Seamos sabios para hacer insignificantes las banderas del camino a ninguna parte.

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