El que esté libre...
JUAN LEGAZ PALOMARES
Lunes, 21 de abril 2025, 00:16
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JUAN LEGAZ PALOMARES
Lunes, 21 de abril 2025, 00:16
En estos días de meditación, conversión, de amor, perdón y recogimiento, mi vetusta mente se ilumina con las palabras y frases que nos legó Jesús ... antes de morir crucificado para que recapacitemos sobre aquello que nos puede hacer reflexionar para ser más útiles al prójimo e introspectivamente nos concienciemos de que antes de castigar a los demás, nos examinemos nosotros mimos.
Sería importante plantearnos una reflexión sobre el pasaje que nos narra San Juan en el Evangelio, cuando Jesús era increpado y acosado –maliciosamente– a preguntas por los maestros de la ley y los fariseos, y le presentaron a una mujer adúltera que, según la ley de Moisés, debería ser dilapidada hasta la muerte.
Y le preguntaron qué era lo que él opinaba sobre la actuación de la adúltera. Jesús se inclinó y comenzó a escribir con el dedo en el suelo. Ante la callada de este, insistieron y le cuestionaron de nuevo para que respondiera. Jesús se levantó y dirigiéndose a los enfurecidos dilapidadores, les dijo: «El que esté libre de pecado de vosotros, que tire la primera piedra».
Se volvió a inclinar para seguir escribiendo con el dedo en el suelo. Pasados unos minutos, alzó la vista y no vio a nadie. Entonces, se dirigió a la mujer, «¿Dónde están tus acusadores?». Ella respondió: «Se han marchado». «¿Ninguno te ha condenado?», preguntó. Y ella contestó que no. «Tampoco yo te condeno. Vete y no peques más».
Ejemplar y caritativa lección y perdón para aquella época, también para la actual y para las venideras. Estamos hartos y hastiados de escuchar las refriegas acusatorias de unos y otros. De convertir el Congreso y las redes sociales en un constante combate de improperios e insultos de un bando y de otro acusándose de corruptos, de insolidarios, de antipatriotas y de otras lindezas que se viven en el Parlamento con un despotismo y una prepotencia más propia de peleas callejeras que de un lugar de discusión razonada y serena encaminada al entendimiento.
Por eso, humildemente, sin que nuestros dignos representantes se sientan ofendidos, puesto que su ocupación y su deber es estudiar y preocuparse por las necesidades del pueblo, en vez de enzarzarse en disputas banales y tirarse los trastos a la cabeza con acusaciones mutuas, les ruego que se miren el ombligo, por si alguno –o todos– están libres de pecado o de culpa.
Y, mientras tanto, inclinaré la cabeza y escribiré con el dedo en el suelo, porque se me ha acabado la tinta del bolígrafo. Quizá, cuando alce la cabeza, el Hemiciclo estará vacío. No tendremos esa suerte.
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