Cada vez que la OMS abre la boca nos da un telele. Ahora dice que quizá no haya solución y que la Covid, esa gripecilla ... en palabras de Bolsonaro, ha llegado para quedarse. Recuerdo los primeros días, cuando el sarpullido inicial en China, que mirábamos para otro lado, como si aquello nos pillara muy lejos: era cosa de chinos. Ahora que estamos todos en el ajo, ya no miramos a otro lado, sino al futuro, implorando por una vacuna que, si no guadaña al bicho, ayude al menos a que el panorama escampe, visto que el calor, del que también se habló al principio, no ha hecho nada por laminarlo. Los más de 40 grados del sábado no han servido para raquitizar el virus, pero sí para darnos cuenta de que hay gente que trabaja en circunstancias de quinta. Que se lo digan si no a Eleazar, muerto por un golpe de calor tras trabajar al parecer en condiciones deleznables. Para él no brilló el sol el día del año, curioso, que más brilló para todos.
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