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En esta época que nos ha tocado vivir, el escepticismo hacia la ciencia se ha convertido en un hábito muy común en nuestra sociedad, ya que cualquier conocimiento científico –desde la existencia de la Covid-19 al hecho de si hemos llegado a la Luna– tiene que vérselas con una oposición muy beligerante, que tiene sus propias fuentes de información. Esta tendencia pienso que aparece porque hemos dejado de comunicar adecuadamente los beneficios que la ciencia, a través del método científico, ha aportado y sigue aportando a nuestra sociedad. Por ello, aunque cada día conocemos más a fondo el universo, nuestro planeta o el cuerpo humano, sigue creciendo el número de personas que opinan que la Tierra es plana, que el calentamiento global es mentira o que la Covid-19 no existe.
Si nos ponemos a reflexionar sobre cuáles pueden ser las posibles causas por las que este tipo de creencias están en auge, pienso que la primera de ellas la podemos encontrar en el sistema educativo. Pues, quizás la ciencia no siempre se enseña de la manera adecuada, provocando que la mayoría de los egresados finalicen sus estudios sin tener claro que hay un método científico para verificar si sus creencias son ciertas o erróneas. El Dr. Kahan, en un estudio realizado sobre la amenaza del cambio climático, llego a la conclusión de que la gente tiende a utilizar el conocimiento científico para reafirmarse en sus propias creencias, establecidas previamente por su manera de ver el mundo. Otra investigación realizada por el Dr. Shtulman, señaló que, a medida que recibimos educación científica, reprimimos nuestras creencias, pero jamás llegamos a eliminarlas por completo, pues siguen agazapadas en nuestra mente, haciéndonos creer en un mundo donde todo tiene sentido. Gracias a estos estudios podemos entender cómo personas con titulación universitaria pueden también desarrollar este tipo de creencias excéntricas.
La segunda causa, y quizás la más obvia, está en el hecho de que internet está favoreciendo que se produzca una aculturación del pensamiento científico a favor del pensamiento mágico. A lo largo de la historia siempre ha habido escépticos que han dudado de la ciencia establecida, pero ahora, a través de internet, tienen más visibilidad e impacto en la sociedad. Sin duda alguna, internet ha democratizado la información, algo positivo en sí mismo, pero también ha facilitado la posibilidad de vivir en una 'burbuja' en la que solo entra aquella información que la persona quiere y de la cual ya está convencido previamente. Anulando de esta forma la posibilidad de desarrollar su pensamiento crítico a través de escuchar otras opiniones o comprender otros puntos de vista.
La tercera causa la podemos encontrar en la falta de transparencia con la que se transmite la evidencia científica, a causa de los intereses políticos. Un claro ejemplo de ello lo podemos observar en la forma de actuar del gobierno de la nación ante la crisis sanitaria provocada por la Covid-19. Ya que, desde el inicio de la pandemia, han sido multitud las quejas que se han producido por los datos aportados sobre las cifras de contagios y muertes. Principalmente, por el hecho de asociar todas las muertes al coronavirus, aunque se hayan podido producir por otras enfermedades o patologías. En este sentido, un reciente informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades Federales (Estados Unidos), reveló que el 94% de las muertes por la Covid-19 fueron también a causa de otra enfermedad. Concretamente de las 161.392 muertes reflejadas en el informe, el 42% de los fallecidos también tenían gripe o neumonía, mientras que el 34% tenían una condición de insuficiencia respiratoria. Por desgracia, en nuestro país no tenemos un comité de expertos científicos que nos pueda dar datos parecidos u otros de interés general sobre la pandemia, pues si algo ha quedado claro es que las decisiones de salud, en esta crisis sanitaria en España, la han tomado los políticos y nos han engañado a todos cuando nos decían que había un comité de expertos asesorándolos.
Considero que esta causa es punto clave y lo primero que se tendría que hacer es exigir un comité de expertos científicos independientes, que no tengan nada que ver con la esfera política. Además, se necesitan personas, en dicho comité, que sean capaces de generar confianza en los datos que transmitan y las medidas que propongan, teniendo la población la certeza de que su única prioridad va a ser el bienestar de sus conciudadanos. Tal vez, con esta simple medida, seamos capaces de encontrar un primer punto de encuentro donde todos podamos volver de nuevo a confiar plenamente en la ciencia. Pues, aunque la decisión de en qué creer y qué no creer es personal, la ciencia es, sin duda alguna, el mejor método que tenemos para saber si aquello en lo que elegimos creer está en lo cierto o no.
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